Durante el mes de septiembre, las fuerzas de Mola, que operaban desde distintas columnas en la conquista de Gipuzkoa, fueron tomando una a una las diferentes poblaciones de Debagoiena. El día 22 de este mismo mes, las tropas del grupo de Pérez Salas, compuestas por cuatro compañías del Tercio de Montejurra y dos compañías del batallón de montaña nº 8 procedentes de Azkoitia, se deslizaron por las laderas de Karakate tomando al anochecer Soraluze. Ese mismo día, un segundo grupo del capitán Tejero perteneciente a la misma columna al mando del Teniente Coronel Los Arcos, que el día anterior había tomado Antzuola, entraba en Bergara por el monte San Miguel al mando de siete compañías del Regimiento América.
Fascistas de Bergara elaboraron una lista de 18 personas del barrio de Oxintxu de Bergara para ser detenidas. Ocho de ellas habían ido hacía Bizkaia Y no pudieron ser arrestadas. A primeros de octubre detuvieron a Juan Urzelai, Eusebio Gallastegi y Domingo Agirre, quienes fueron trasladados a la cárcel de Ondarreta.
El 20 de octubre de 1936 fueron detenidas siete personas más de Oxintxu. El primero de ellos, Ambrosio Agirre. A continuación, llevaron a este hacía Mecolalde y detuvieron a José Garaikoetxea. Ricardo Zangitu fue el siguiente, en su puesto de trabajo, en la estación de tren, y Rufino Akizu, en su casa de Oxintxu.
No serían los últimos. Hacia las seis de la tarde, los requetés entraban en la empresa Alcorta y Cía. Se llevaban a los hermanos Tomás e Ildefonso Iñarra. Tomás era el encargado del departamento de tintorería e Ildefonso, operario especialista. Este, al salir, colgó el buzo en el clavo que estaba en la pared al lado de la puerta de salida, sin duda un gesto de rutina. A continuación, detenían a Felipe Garmendia, panadero.
Fueron conducidos al local del Centro Republicano -luego convertido en el de la Falange Tradicionalista-. Acusaron a unos de haber estado de interventores en mesas electorales y de ser republicanos; a otros, de pertenecer a Solidaridad de Trabajadores Vascos; a Ambrosio, de haber servido sidra a los milicianos; a Felipe, de votar a los nacionalistas vascos. Sin ningún juicio, los requetés del Tercio de Montejurra, a las órdenes de Julio Pérez Salas, dictaron sentencia: matarlos.
Don Poli, Policarpo Cía Navascués, capellán requeté, les ofreció la posibilidad de confesarse. Los presos le contestaron "Si nos van a matar, sí". El cura les respondió: "Qué va, no os van a matar".
Artetxe, propietario de una fábrica en Oxintxu, salvó en el último momento a Felipe. Su mujer y los cuatro hijos vieron cómo un requeté golpeaba en el pecho a su padre, cuando salía del Centro Republicano, diciéndole: "Si dices algo de nosotros, todos seréis liquidados". Al poco rato, fueron testigos de cómo dos margaritas con txapela roja y borla amarilla estaban al lado de la camioneta en la que requetés navarros introducían a los presos. Estos, con las manos atadas de dos en dos, fueron trasladados a la zona conocida como Paris Gain, una zona intermedia entre Oxintxu y Mecolalde. Eran las siete y media de la tarde. Les hicieron bajar de la camioneta. Ambrosio Agirre, consciente de lo que les esperaba, comenzó a desatarse de su compañero Zangitu. Al llegar a Paris Gain, los requetés ordenaron "que pasen esos dos, y esos cuatro que den cuatro pasos para atrás". Después de disparar, el brigada les agarró de la oreja y remató a los hermanos Tomás e Ildefonso con el tiro de gracia.
Una nueva orden: "Que pasen esos cuatro". En ese momento, Ambrosio, que había soltado la cuerda que le ataba, le dijo a su compañero Ricardo: "neu ba noia", se lanzó sobre el piquete de requetés abriendo un hueco y echó a correr en la oscuridad. Las chispas de las balas silbaban a su alrededor y escuchaba los gritos, maldiciéndole, que salían de las bocas de los componentes del pelotón de ejecución.
Conocedor del terreno, saltó a un malato donde, agazapado, escuchó primero más disparos y luego los ruidos de la camioneta. En ella iban los cadáveres de sus cinco compañeros. Ya entrada la noche, salió del escondite, escuchó atentamente y únicamente sentía los latidos de su corazón que parecía salírsele del cuerpo mojado. Tres días con sus tres noches anduvo por los montes alrededor de Oxintxu. En su delirio, veía requetés por todos los lados. Un casero, Patxi, del caserío Izarre, le ayudó y llegó a Basalgo, al caserío Amutxastegi, situado en zona de nadie. Llamaron a los milicianos que estaban en la cima de Garbe y estos que le conocían, pues eran de Oxintxu y de Bergara, le llevaron en camilla hasta Elgeta.
Mientras, los cuerpos de sus compañeros, habían sido trasladados lejos de Oxintxu, a Antzuola, al alto de Descarga. Allí, al lado de un riachuelo, fueron enterrados.
Cuatro años más tarde, cuando los cuerpos fueron sacados y trasladados los dos hermanos al cementerio de Bergara, el párroco se negaría a darles sepultura. Solo ante la contundencia de los familiares y su expreso deseo de que ellos tampoco fueran enterrados, el párroco accedería. Los otros tres, que fueron enterrados en el cementerio de Oxintxu, tenían visibles los balazos en sus cabezas.
Como testigo mudo, el buzo de Ildefonso continuaba colgado en el clavo. Quizás por respeto a un destino injusto, sus compañeros no lo quisieron tocar. Era la prueba de la ausencia, también seguramente el dolor de una nueva rutina. Muchos años después, cuando la empresa ya era conocida como Narvaiza, la tela de mahón ajada y deteriorada, cayó por su propio peso.
75 años después, en la misma fosa de Deskarga, Aranzadi encontraba una moneda y una medalla, los últimos restos de los fusilados por aquellos fascistas, que se alzaron con las armas, la mentira, el terror y los asesinatos contra la Segunda República.
El miércoles, el sábado y el domingo, 19, 22 y 23 de octubre, Porque no pudieron parar los vientos de Libertad, Oxintxu les va a recordar con distintos actos. El domingo al mediodía una marcha hará el mismo recorrido desde el lugar que estuvieron detenidos hasta cerca de Paris Gain, donde se colocara una placa y un monumento en su recuerdo.
(Noticias de Gipuzkoa. 20 / 10 / 2011)