viernes, agosto 31, 2007

GALICIA MARTIR. La venganza de "Don Emilio", el párroco


"Don Emilio", el párroco de Boimil y Andabao, en Boimorto, les tenía ganas a aquellos 17. El cura andaba resentido porque la República había acordado expropiar a la Iglesia todos los camposantos para convertirlos en cementerios civiles, y al estallar la guerra enfrentó a los feligreses adeptos al falangismo con aquéllos otros que defendían el republicanismo. A mediados de agosto, en el tiempo de la malla, Don Emilio, que era de Curtis, sugirió a los fascistas una lista de nombres. Había que darles un escarmiento a esos rojos que hacía tiempo le venían a pedir entierros civiles y, sobre todo, al alcalde, la otra autoridad local, Pedro López Bodelo, vecino de la parte de Arentía.

Una cuadrilla fue a buscarlos casa por casa. Tenían que presentarse en A Gándara, donde la escuela, con sus mejores galas. "Ponte lo del domingo", le sugirieron los falangistas a Ramón Sánchez Rapela, que a sus 35 años había tenido tiempo de emigrar a Cuba y volver para hacer tres bebés. Ramón estaba sachando en su finca de Orro y no rechistó. Fue porque nada malo había hecho. Sus familiares ni siquiera saben hoy si era concejal o simple afiliado del Sindicato Agrícola, próximo a la UGT.

Isidro Filloi López, Isidro do Canteiro, de la aldea vecina de Parabico, que había sido despedido de la fábrica de tejidos de Présaras por defender los derechos laborales de sus 200 compañeras, también se presentó. Antes mandó recado a Andresito Filloi, su sobrino, para que escapase, pero él fue puntual. Al llegar, le pidió a su sobrina que corriese a buscarle el dinero que tenía guardado, y uno de los fascistas que presenciaba la escena le dijo que no se apurase: "Tranquilo, que para donde vas no necesitas cuartos".

Juan Martínez Bao, Juanito de Froito, de la aldea de O Boído, dejó la sopa humeante en el plato y, en torno a la mesa, a su madre, a Consuelo, su mujer, y a sus cuatro hijos. Y Antonio Felpete Budiño, de Os Currás, ya esposado, le pidió un duro prestado al dueño de la tasca de A Gándara por si le hacía falta. Unos meses después, Carmela, la viuda, fue donde el tabernero y se lo devolvió.

El alcalde y otros dos convocados escaparon. Un par de vecinos más lograron librarse por intercesión de los curas de otras parroquias. El resto, 12, fueron llevados en un camión a Sobrado dos Monxes. Allí los retuvieron 48 horas sin comer ni beber, obligándolos a pasear con sacas de 100 kilos de piedra. Luego los golpearon, y por último transportaron a seis de ellos a Amenal, en O Pino, junto a Lavacolla. Los otros seis fueron llevados a Ortoño, en Ames. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) empezó a excavar el martes en O Pino, en una carballeira que atraviesa el camino de Santiago. Cuando concluya aquí, se trasladará a Ortoño. Ayer a última hora, en presencia de familiares, habían conseguido desenterrar tres esqueletos con zapatos de domingo. Fueron los primeros que se desplomaron bajo el sol, aquel 20 de agosto del 36, a tres metros de sus verdugos. "Corred", les habían dicho los mandados de "Don Emilio", y ellos se echaron ladera abajo. Les dispararon por la espalda y fueron enterrados donde cayeron. José Cabanas fue el único que salió vivo. Lo dieron por muerto y escapó. Unos campesinos que estaban mallando le sacaron una bala de la pierna con el fouciño. Y siguió corriendo 40 kilómetros. Vivió escondido en una chimenea varios años y se intentó suicidar tres veces. Por suerte para él, no sobrevivió a sus camaradas más que 15 años.

(ARMH / S.R.P. O Pino. 30 / 08 / 07)