domingo, febrero 20, 2011

"NO LLOREIS, LO QUE TENEIS QUE HACER ES NO OLVIDARNOS" (ANITA MORALES). Artículo de Edu Barinaga

Muchos meses de trabajo en la película Izarren Argia nos han llevado a la conclusión de que la realidad supera muy a menudo a la ficción. En este nuestro país ambas son difíciles de separar. ¿Qué fue ficción y qué realidad en las intervenciones parlamentarias sobre Saturraran en el Parlamento Vasco? Este artículo también puede interpretarse, tal vez, como un ejercicio de realidad ficcionada, ¿o no?

Me acuerdo de Anita porque era amiga de mi madre. Durante los cuatro años que estuve en Saturraran tuve oportunidad de conocer a bastantes mujeres como mi madre pero no me acuerdo de ellas porque solo tenía cuatro años.

Uno se da cuenta de que es mayor cuando habla más del pasado que del futuro, y esta es un poco mi situación. Pero en cualquier caso no puedo evitar que cada vez que oigo Saturraran me vengan recuerdos.

Me acuerdo cómo llegamos en un camión apelotonados, que nos bajaron a empujones, nos pusieron en fila y terminamos en una especie de barracón. Llegamos mi madre y yo, a mi padre le mataron los del ejército de Franco por ser republicano. Que yo sepa, y mi madre así me lo ha contado, era sindicalista en su fábrica y un buen día se lo llevaron y no le volvimos a ver. Así que crecí huérfano de padre y proscrito de madre.

Cuando salimos de la cárcel, no os voy a contar cómo vivimos en ella, porque hay una buena película que ya lo cuenta. Decía que cuando salimos de la cárcel la cosa no mejoró mucho.

Volvimos al pueblo y aunque yo ya podía jugar y correr por la calle y había un poco más de comida, mi madre no estaba mucho mejor. No le daban trabajo y muchos del pueblo la miraban mal; bueno mal, muchas veces a las noches venían a nuestra casa y nos rompían los cristales y nos insultaban. Le llamaban "puta roja" y cosas así. A mí no me decían nada, pero con algunos del pueblo no podía jugar.

Una noche me acuerdo que oímos mucho ruido, motores de coches, gente hablando y al día siguiente nos enteramos que en las afueras del pueblo habían fusilado a 10 personas. Mi madre se asustó mucho y no quería salir de casa, yo sin embargo me sentí un poco reconocido, ya no era el único huérfano. Después de esto las cosas cambiaron bastante. Le pusieron de alcalde a uno al que ví rompiendo nuestros cristales y conduciendo un camión la noche de los desaparecidos. Fue alcalde durante mucho tiempo, luego su hijo fue diputado con el gobierno de Suárez y creo que también después. De sus nietos ya no sé mucho porque hace tiempo que no tengo noticias del pueblo.

Por cierto, hablando de democracia, recuerdo que cuando surgió la posibilidad de que las víctimas de la guerra tuviéramos un reconocimiento y pudiéramos, cuando menos, vernos reconocidos, mi familia no tuvo mucha suerte. No sabíamos dónde estaba enterrado mi padre, y mi madre, como no tenía ningún papel que justificara que había estado presa, tampoco pudo hacer nada.

Y yo no había existido. No había ningún papel que acreditara que hubiera estado en la cárcel de Saturraran, como tampoco lo tuvieron los 57 niños que fueron dados en adopción a familias afines al régimen y con quienes solo pude jugar poco tiempo, entraban y se iban enseguida. No sé si yo tuve más suerte.

Pero volviendo a lo anterior, más adelante, si mal no recuerdo en octubre del 2007, se aprobó la Ley de Memoria Histórica en la que se ampliaban los derechos de los que sufrimos la guerra, pero tampoco tuvimos suerte, mi padre seguía sin aparecer.

Por fin, hace tres años gracias a las investigaciones y a la colaboración de gente desinteresada y a que algunos comenzaron a contar lo vivido, mi padre apareció en una fosa común. Mi madre ya no estaba y yo la verdad… estoy muy mayor y son mis hijas las que se están moviendo con ello.

Ya solo me quedan mis nietos, que de vez en cuando me piden que les cuente cosas de la guerra, sobre todo cuando mi hija mayor les dice "que hay que perdonar pero no olvidar, como hace vuestro abuelo". Yo les suelo decir que el que puede perdonar es porque no tiene nada que ocultar y el que quiere olvidar es porque tiene algo malo que esconder. No sé si me entienden pero pienso que algo ya les quedará.

Por eso cuando he leído que en el Parlamento Vasco el PP y el PSE no han aprobado una proposición no de ley para homenajear a los que estuvimos en Saturraran, me he acordado otra vez de Anita, y me ha dado pena. Era una buena oportunidad para no olvidar.

Ya sé que hubo un homenaje hace tres o cuatro años y que ha habido más gente que también ha sufrido la brutalidad de la guerra. ¿Y? Lo uno no quita lo otro. Siempre digo que hay que pasar de página pero para pasarla primero hay que leerla y eso quiere decir que hay que mantener viva la memoria. Quizás sea esto lo que algunos no les guste, mantener vivo algo que otros quieren ocultar.

P.D. Por cierto las monjas mercedarias que controlaban la cárcel de Saturraran no tienen nada que ver con las que tienen un convento en Berriz tal y como se cita en el libro relativo a este tema.

(Deia. 20 / 02 / 2011)