La comitiva, encabezada por Jesús Iglesias y Ángel González -coordinador y secretario de organización de IU de Asturias- inició el difícil ascenso hacia el picu La Peruyal a las once de la mañana. Entre los participantes estaban familiares del desaparecido Manolín y también responsables de Izquierda Unida de agrupaciones de distintos puntos de Asturias. El emotivo acto se cerró, como ya había ocurrido con el homenaje multitudinario del sábado, con el canto de la Internacional y el puño en alto de la mayoría de los asistentes.
Manolín el de Llorío ya descansa en la cueva El Raposu. y su partido político ya ha puesto en marcha una iniciativa que permita colocar, en el entorno, una placa en piedra que recuerde el nombre de “uno de los militantes más generosos y honestos que ha dado la izquierda de la región”.
Comenzó a recorrer los montes de Asturias en octubre de 1937. Como recuerda su biógrafo, el historiador Jairo Gonzákez “convivió y actuó con algunos de los más destacados huidos comunistas de la zona, como Antonio García, y los hermanos Manuel y Aurelio Caxigal”. Gracias a su experiencia de fugáu “se convirtió, además, en un experto en toda clase de estrategias de supervivencia de la guerrilla, la mayoría de las cuales solo conocemos gracias a él”. “Aguantó los sinsabores de su condición hasta 1945, año en que cayó junto a varios compañeros a causa de una delación. Manolín sólo se rindió aquel día tras recibir un disparo que le perforó el torso”, explica el biógrafo que añade que “la pena de muerte era inevitable, y en tal sentido se pronunció el consejo de guerra que lo condenó. La presión internacional sobre la España franquista tras la derrota del Eje probablemente salvó la vida de Manolín y su pena fue conmutada por cadena perpetua”.
Tras el arresto comenzaron entonces los largos años de cautiverio en penales tan duros como los del Dueso, donde desempeñó el cargo de madre de comuna , “cuya función era organizar el reparto de la comida que enviaban los familiares de los presos con aquellos internos que no tenían a nadie fuera que los apoyara”. En la cárcel “tampoco se acobardó a la hora de participar en algún que otro motín”. “Cuando logró salir en 1964 ya era demasiado tarde para poder desarrollar una vida plena desde el punto de vista laboral o para crear una familia. Condenado a sobrevivir desempeñando trabajos precarios recuperó a pesar de todo su militancia en un momento en que otra generación más joven había tomado el relevo en la lucha contra la dictadura”, apunta Jairo González. Asumió cargos en el PCE local y se presentó a alcalde en las primeras elecciones municipales democráticas en 1979. Nunca dejó de defender su sueño de izquierdas.
(La Voz de Asturias. 19 / 09 / 2011)