Hasta 1931, en Euskadi,
emakumes eran todas las mujeres, pero a partir de esa fecha, esa
denominación genérica empezó a ser utilizada también para referirse a
las mujeres organizadas como militantes en la filas de Emakume Abertzale
Batza y/o del PNV. Y es que, aunque EAB había sido creada en 1922, su
verdadera eclosión se dio a partir de ese año, con el advenimiento de la
II República, haciendo de esa apelación la marca popular de sus
militantes. En dicho periodo, en un contexto de creciente participación y
de militancia femenina en las actividades políticas, culturales y en el
conjunto de la escena pública, las mujeres abertzales pusieron en pie
una organización dinámica y en constante crecimiento hasta llegar la
fractura de 1936.
En los años republicanos EAB se extendió desde su originaria
matriz vizcaina al conjunto de las cuatro provincias, aumentando su
número de afiliadas de forma casi exponencial. Pero fueron sus
actividades de carácter cultural, en el campo de la literatura y del
folclore; en el de la enseñanza -con su significada aportación a la
puesta en marcha de las escuelas vascas o ikastolas- e incluso
asistencial -Ropero Vasco, Gabon del solidario…- las que hicieron de las
emakumes, la más importante novedad en las aportaciones a la praxis
nacionalista en el citado periodo prebélico. Esta quedó visualizada,
sobre todo, en la intensa actividad política que, mediante reuniones,
conferencias y mítines, llevaron a cabo por toda la geografía vasca,
emakumes ya míticas, como Julia Fernández Zabaleta, Mercedes Careaga,
Elbira Zipitria, Julene Urzelai, Polixene de Trabudua, Haydée de Aguirre
y otras... en el corto, pero rico lustro republicano.
La sublevación militar de julio de 1936 truncó todas estas
dinámicas y actividades. EAB corrió la misma suerte que todas las
entidades democráticas y sus afiliadas, sobre todo en las provincias
donde la sublevación resultó exitosa para los fascistas, muy pronto
conocieron la represión, en forma de deportaciones, multas, depuraciones
profesionales, encarcelamientos o muerte de sus más próximos.
Redes de apoyo
De hecho la amplia y trágica panoplia represiva desencadenada desde las primeras horas del alzamiento militar fue la motivación para poner en marcha toda una serie de actuaciones, dispersas y aisladas en los primeros momentos, que posteriormente confluyeron hasta formar redes de apoyo a los presos y detenidos y de auxilio y ayuda para todos quienes pretendían escapar de la represión.
De hecho la amplia y trágica panoplia represiva desencadenada desde las primeras horas del alzamiento militar fue la motivación para poner en marcha toda una serie de actuaciones, dispersas y aisladas en los primeros momentos, que posteriormente confluyeron hasta formar redes de apoyo a los presos y detenidos y de auxilio y ayuda para todos quienes pretendían escapar de la represión.
En el caso vasco la iniciativa más importante y de mayor
operatividad, que terminó configurando una organización para ayudar a
los encarcelados y para realizar trabajos de información a favor de
éstos y del propio Gobierno vasco, tuvo su motor y eje en el grupo de
emakumes que encabezadas por Bittori Etxeberria, darían lugar a lo que
luego se denominó Red Álava, en honor del miembro de esta red, Luis Álava Sautu, fusilado por los franquistas en mayo de 1943.
El núcleo de estas emakumes -Delia Lauroba e Itziar Mugica en
Gipuzkoa, Teresa Verdes en Bizkaia, Bittori Etxeberria y Felícitas
Ariztia en Navarra-, empezó a funcionar como tal, a raíz de la caída de
Bizkaia en manos de los franquistas y más en concreto, tras la posterior
rendición del Ejército vasco en Santoña, a fines de agosto de 1937.
Exiliados el Gobierno vasco y parte de los dirigentes del PNV y,
encontrándose en la necesidad de conocer las circunstancias en que la
citada rendición se había efectuado, así como la suerte y situación de
los miles de detenidos, el diputado jelkide José María Lasarte, entonces
responsable de los Servicios de Información del citado Gobierno, se
puso en contacto con la emakume baztandarra Bittori Etxeberria.
A través de ésta y de los propios contactos suministrados por
Lasarte, inmediatamente se pusieron en acción cuatro emakumes más: La
también navarra Felícitas Ariztia, las guipuzcoanas Delia Lauroba e
Itziar Mugika, y la vizcaina Tere Verdes. Un informe relativo a la red,
entonces recién nacida, subrayaba el protagonismo de ellas cuando
afirmaba: "De Pepita -nombre de guerra de Bittori Etxeberria-
nació la organización. Ella dio los primeros pasos. Ella la amplió.
Simultáneamente a los últimos momentos de Laredo, Pepita Etxano
hizo a esta zona una visita clandestina. Nos entrevistamos con ella
seguidamente y nos encontramos con algo providencial: conocía medios y
conocía muy bien a patriotas que, aislados y por iniciativa propia,
venían actuando en una arriesgadísima empresa humanitaria a la que ella
no era ajena". Seguidamente subrayaba el hecho de que "esta red está
compuesta casi totalmente de elementos femeninos".
Así fue, en sus inicios, pues junto a Bittori, ocuparon
papeles clave en la organización las antes citadas Delia, Itziar y Tere.
Todas ellas, salvo Delia, habían militado en las emakumes de la
preguerra, en sus distintas demarcaciones. Y, en mayor o menor medida,
estaban afectadas directamente por la represión derivada de la guerra.
Así, mientras Itziar tenía dos hermanos presos y otros tantos en el
exilio, Tere Verdes tuvo a su hermano José preso en Larrinaga y Burgos
hasta muy avanzado 1939. Peor fue lo ocurrido a Delia Lauroba, quien
tuvo a su marido, José Azurmendi, preso durante casi un año, hasta que
fue fusilado en Derio el 28 de mayo de 1938. Ella fue, precisamente, el
preciado eslabón forjado vía Itziar y Bittori, para que durante todos
esos meses, la información Laredo-Larrinaga-Baiona funcionase de forma
fluida y abundante. Pues a través de ella se pudo contactar
tempranamente, tanto con su marido el aeneuvista José Azurmendi, como
con los dirigentes del PNV Jesús Solaun, Juan Ajuriagerra, Luki
Artetxe...
Información procesal
Similar papel jugó Tere Verdes respecto a unos y a otros a través de su hermano preso José. Este, fundamentalmente desde la cárcel de Larrinaga primero y desde la de Burgos, posteriormente, se reveló una pieza clave para conseguir información sobre la situación de los encarcelados y sobre todo de su cambiante situación procesal.
Similar papel jugó Tere Verdes respecto a unos y a otros a través de su hermano preso José. Este, fundamentalmente desde la cárcel de Larrinaga primero y desde la de Burgos, posteriormente, se reveló una pieza clave para conseguir información sobre la situación de los encarcelados y sobre todo de su cambiante situación procesal.
En este sentido, la información suministrada sobre las penas
de muerte y condenas de prisión fue determinante para que el Gobierno
vasco pudiese informar a las embajadas y ministerios de Asuntos
Exteriores europeos, con el fin de neutralizar las penas máximas,
aligerar las condenas de los reclusos y denunciar las condiciones de la
cada vez más grande realidad carcelaria franquista.
Ellas, asimismo, fueron las responsables de la ampliación de
los objetivos informativos en una doble dirección. Al mismo tiempo que
suministraban a los presos información sobre el devenir de la guerra y
de la inmediata posguerra, sobre todo, constituyeron una extraordinaria
organización de información en beneficio de los gobiernos vasco, francés
e inglés. La eficacia de la red la constataba el informe sobre ella,
sito en la delegación del Gobierno vasco en París, según el cual, en los
dos años transcurridos se habían pasado al exterior "sin contar libros,
revistas, boletines... un total de 1.242 documentos". En ellos se
reflejaron aspectos de índole militar y también del ámbito
político-social y cultural del emergente Estado franquista.
Del mismo modo, y para llevar todos esos cometidos a cabo, a
ellas les cupo la responsabilidad de extender y afianzar la organización
en el conjunto de los territorios vascos e incluso, en función de la
dispersión de los presos por diferentes penales, en distintas
poblaciones de la geografía española. Cuando fueron detenidas, en las
navidades de 1940 y primeros días del 41, la organización llegaba a la
treintena de integrantes. Muy desarrollada en Navarra y Gipuzkoa con una
decena larga de colaboradores en ambas y más pequeña en número, pero
bien sustentada en Bizkaia y Araba, a través de Tere Verdes, Julián
Agirre, Primi Abad y Luis Álava.
Informe delicado
El reparto de funciones -información en torno a presos y ayuda a estos, recogida e información, auxilio para su salida al exterior a perseguidos y huidos- la excelente operatividad en clandestinidad, en cuanto a jerarquización, compartimentación y correcta utilización de las tretas habituales para la transmisión de correspondencia e informaciones, no pudo superar el exceso de confianza que supuso la redacción de un informe exhaustivo sobre la red, que, a la postre, puso a la policía franquista tras la pista de esta organización.
El reparto de funciones -información en torno a presos y ayuda a estos, recogida e información, auxilio para su salida al exterior a perseguidos y huidos- la excelente operatividad en clandestinidad, en cuanto a jerarquización, compartimentación y correcta utilización de las tretas habituales para la transmisión de correspondencia e informaciones, no pudo superar el exceso de confianza que supuso la redacción de un informe exhaustivo sobre la red, que, a la postre, puso a la policía franquista tras la pista de esta organización.
Detenidos en el intervalo de tres semanas, desde el 20 de
diciembre de 1940 hasta el 12 de enero de 1941, fueron procesados en el
sumario 103.590, que se cerró en primera instancia con la vista oral
celebrada el 3 de julio de 1940, con el resultado de 19 penas de muerte,
entre las que figuraban Bittori Etxeberria e Itziar Mugika. Rápidamente
recurrido el auto, el segundo juicio, celebrado en septiembre de 1942,
se resolvió con una sola pena máxima, la que se ejecutaría contra la
persona de Luis Álava, el 6 de mayo de 1943. Por su parte, Itziar y
Bittori fueron condenadas a 30 años, mientras Tere lo fue a 25 y Delia a
20.
Las cuatro siguieron encarceladas en Ventas, la mayor cárcel de mujeres de la España Una, Grande y Libre (!) y los hombres continuaron en la de Porlier, hasta que con reducciones de penas e indultos salieron en 1945. La batalla diplomática y política para salvar la vida de Luis Álava les debió recordar, sin duda, las numerosas gestiones que ellas y ellos habían realizado desde 1936 en beneficio de otros detenidos antifranquistas. Ahora lo hacían y sufrían desde dentro del vientre de la bestia y desgraciadamente, en el caso de Luis Álava, sin poder impedir que siguiera el triste destino de Lauaxeta, Azurmendi, Abaitua y tantos otros. Es decir, el de evidenciar que la dictadura franquista, aun en la victoria, seguía destilando la misma crueldad que en sus primeros momentos. Sin duda, tanto para ellas, como para sus compañeros de Porlier, la muerte de su compañero, fue la secuencia más triste en la aventura solidaria que habían iniciado en 1937, para precisamente, salvar el máximo de vidas y dignificar éstas dentro de la barbarie originada por la vorágine franquista.
Persiguiendo esos encomiables objetivos, la antigua
organización de EAB, aunque desarticulada en el suelo vasco desde
1936-1937, se había transformado en emakumes como Delia Lauroba, Teresa
Verdes, Felícitas Ariztia, Ángeles Azketa, Dámasa Machinandiarena,
Bittori Etxeberria... que llevaron hasta el límite su compromiso en el
trabajo resistente. Así nos lo reconocía el también miembro de la red
Modesto Urbiola, antes de su muerte, cuando afirmaba: "Las mujeres se
portaron en todos los sitios como héroes. He propuesto varias veces un
homenaje para ellas, sobre todo para estas cuatro". Todas ellas fueron
desapareciendo sin tener el mentado reconocimiento público. La historia,
no obstante, en la medida en que se conozca su consecuente lucha, les
hará un hueco en la primera línea de quienes hicieron del compromiso
con la libertad y dignidad humana la consecuencia práctica de su antigua
militancia entre las emakumes.