“La memoria está atada por el miedo, y es muy difícil romper las ligaduras del miedo. Se ha divulgado la equivocadísima idea de que recordar es peligroso, porque recordando vuelve a repetirse la historia como pesadilla. La experiencia indica que lo que ocurre es exactamente al revés. Es la amnesia la que hace que la historia se repita como pesadilla. La buena memoria permite aprender del pasado, porque el único sentido que tiene la recuperación del pasado es que sirva para la transformación del presente.” (Eduardo Galeano, escritor uruguayo)
El recorrer los caminos de la memoria buscando, rastreando, los hilos necesarios para tejer ese puente que sabemos necesario entre ésta y la verdad, entre ésta y la justicia, hace que en este recorrido nos encontremos a menudo cara a cara con hombres y mujeres que vivieron en carne propia o de forma cercana la barbarie represiva posterior al 18 de Julio de 1936. Personas que fueron ellas, sus familiares mas directos o sus vecinos, los destinatarios –el objetivo, dicho en terminos militares- de la politica de exterminio que desde el mismo dia del golpe de estado se puso en marcha contra los sectores poblacionales que habian sido la base social de la II Republica, del Frente Popular y de las experiencias nacionalistas catalana, vasca y gallega. En ese cara a cara, en esas personas, encontramos sentimientos muy diversos provocados por las vivencias de cada cual, algunas veces más latentes –atenuados, podriamos decir- y otras, a pesar de haber transcurrido entre sesenta y setenta años en la mayor parte de los casos, plenamente activos. Uno de estos sentimientos –y no el menos extendido por cierto- es el miedo.
Francisco Etxebarria, forense de “Aranzadi”, en una entrevista publicada en “El Pais” hace algunas semanas, decia que “no puede ser que todavía haya personas que cuando hablen de la Guerra Civil y de la represión lo hagan con miedo. A esa gente hay que decirles que aquello fue injusto, que les comprendemos y que les apoyamos. No puede seguir existiendo miedo”. Al igual que nosotros, ha constatado sin duda decenas de veces esta realidad: alguien que rehuye señalar el lugar donde se encuentra una fosa común por él conocida y nos remite a preguntar “a los vecinos del otro pueblo, que yo no quiero problemas”, alguien que rechaza dar abiertamente su testimonio porque “los de siempre aún estan ahí”. Son comportamientos repetidos que certifican de una forma objetiva la existencia de miedo en las personas de un determinado colectivo, hecho que debería bastar a muchos para reflexionar acerca de la banalidad con la que en general se refieren a él, pasando de largo, mirandolo como algo sin razón de ser hoy dia, como algo llamativo e incluso excéntrico de cientos de victimas del franquismo que aun viven.
Sin embargo este miedo existe. Y es mucho. Y es real. Y ha de ser atroz. Porque… ¿cuánto miedo hara falta para preferir el dolor al miedo, para preferir continuar con el dolor del silencio, con un dolor silenciado durante setenta años? ¿Cuánto miedo para preferir llevarse a la tumba junto junto con el miedo el secreto de la ubicación de una fosa común guardado durante décadas? ¿Cuánto para preferir seguir callando y llorando en silencio los nombres de unos muertos propios y las circunstancias de su muerte, que contar lo que se sabe? ¿Cuánto para seguir prefiriendo la incertidumbre de un desaparecido a la averiguación de su final?
Certificar la realidad de este hecho sera ya un avance siempre y cuando se sea coherente con las preguntas y respuestas que ello plantea, y siempre que asumamos que no son ni las palabras ni los buenos deseos los que lo haran desaparecer. Debemos preguntarnos porque hay aún hoy miedo a hablar, a contar, a decir. Miedo a indagar parederos, a iniciar búsquedas, a reivindicar memorias y justicias. Debemos preguntarnos porque existen esas actitudes tan defensivas, ese miedo en suma y asumir la respuesta y –si hablamos de justicia- actuar en consecuencia. Asumir que si existen es porque a treinta años del final del franquismo todas esas personas victimas de aquel regimen consideran en su fuero mas intimo que no se han dado pasos objetivos susceptibles de quitarselo, que en esta democracia aun no tienen motivos para la confianza. Asumir lo que este hecho tiene de dura interpelación a la clase politica desde el año 1977 hasta la fecha, pues su misma existencia señala implícitamente a la misma como complice en la continuidad de ese miedo y en los objetivos de dominio e impunidad perseguidos por el mismo.
Ningun partido, ningun miembro de la clase politica deberia mirar para otro lado ante esa interpelación. Nadie puede culpar de ella, de ese miedo a las victimas del franquismo, y menos a la vista de la realidad pasada y actual. La amnesia de la Transición alimentó el miedo. Las lecturas revisionistas actuales sin ningun tipo de cortapisas ni consecuencias del golpe de estado del 18 de Julio, de la Dictadura y de la represión franquista es miedo, alimenta el miedo. La dejadez y la pasividad de la clase politica ante ellas alimenta el miedo. La impunidad de Montejurra, del 3 de Marzo, el neofranquismo del PP y de sus aliados da miedo. La existencia legal de fundaciones y partidos abiertamente defensores del franquismo y del fascismo mantiene el miedo. Fraga impune y alabando a Pinochet alienta el miedo. La pervivencia de la simbologia franquista forma parte del miedo. Las manifestaciones del “principal partido de la oposición” en las que con toda impunidad se agitan banderas falangistas y franquistas y se corea “Zapatero al agujero lo mismo que tu abuelo” avivan el miedo. La utilización de las victimas del franquismo para el “marketing” politico de los politicos de turno mantiene el miedo. La diferenciación en trato y consideración de estas con otras victimas mantiene el miedo. El planteamiento de “Ley de Memoria Histórica” del PSOE refuerza el miedo. Gotzone Mora, politica del PSOE, como conferenciante en la fundación “Francisco Yagüe”, uno de los mas sanguinarios golpistas es miedo. La falta de verdad, de reparación y de justicia es el miedo: el mismo miedo que impusieron en 1936, el mismo que han abonado con la impunidad que la Transición otorgó a todos los criminales golpistas y franquistas, el mismo que hoy suma –como hemos visto- nuevos elementos.
Por ello nuestra lucha es en gran medida una lucha contra el miedo. Por ello señalamos, denunciamos, las multiples responsabilidades en la perpetuación del miedo, en el miedo existente hoy dia, en el miedo que sigue acompañando a muchas personas victimas del franquismo a la tumba. No queremos mas miedo, no lo admitiremos. No consentiremos que nuestros hijos lo hereden de nuestros padres, de nosotros mismos. Apostamos por la de-construcción del miedo, por ir quitandole a esa terrible edificación de setenta años sus cimientos, sus columnas, la argamasa que los une y solidifica. Cada ladrillo que arranquemos de el para debilitarle sera uno nuevo en esa democracia real que queremos construir, en el fortalecimiento de un sistema democratico que aún hoy dia muestra unas clarisimas fisuras y un endeble asentamiento.
La solución al problema de las victimas del franquismo y al miedo en el que llevan, llevamos, sumergidas setenta años no es declarativo, no es sentimental ni asistencial… es esencialmente politico. Y las medidas politicas, las de verdad, reparación y justicia aun brillan por su ausencia.
*A la memoria de Asunción Rodríguez Pulgar, asturiana, viuda del comandante Silvino Morán, ex-presa politica del franquismo en la cárcel de Saturrarán. Con la memoria de vuestros sueños perfilamos hoy nuestro futuro.
(Este articulo ha sido remitido a TODOS los diarios de la CAV y Navarra, siendo publivado hasta la fecha en "Gara" de 17-03-07)