"Buscar la verdad es un objetivo legítimo y necesario si se quiere administrar algo de justicia, aunque a veces no logremos obtener ni siquiera un trozo de esa verdad". Son palabras de Paco Etxeberria, director del Departamento de Antropología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, durante el discurso que realizó con motivo de la recepción, hace ahora dos años, del Premio Gipuzkoa Derechos Humanos. Dedicó el galardón "a las víctimas olvidadas" y tuvo una mención especial para una de las familiares de esas víctimas presente en el evento, María Ángeles Ibáñez.
Esta donostiarra de 72 años perdió a su padre, Agustín Ibáñez, el 7 de noviembre de 1936. Era uno de los trabajadores de la Fábrica de Gas que recientemente han sido identificados por Aranzadi, con la colaboración de la asociación Katin-Txiki, en la fosa de Iragorri, en Oiartzun. "Se llevaron a la cárcel de Ondarreta a los cinco que estaban realizando el turno en aquel momento. Dos días después, el 9 de noviembre, los sacaron a dar el paseo . Nosotros, mi madre, mis dos hermanos y yo, estábamos por aquel entonces en Bilbao y nos enteramos a través de una vecina de Donostia", recuerda, mientras extiende sobre la mesa del salón de su casa todos los recuerdos y documentos que guarda de su padre. Desde entonces, asegura, su madre no fue la misma. "Se apagó".
Con el paso de los años, María Ángeles decidió indagar entre los objetos que guardaba su madre y comprobó que ella no mentía cuando decía que le habían fusilado. Entonces siguió adelante. Ahora, tras contactar con Aranzadi y localizar los restos de su padre, sabe que el camino iniciado era el correcto. "No es una cuestión de odio, sino simplemente de justicia. Es hora de que se sepa la verdad, de que la gente que está en una situación como la mía empiece a hablar. En aquella época nos enseñaron a callar. Ahora hay que hablar", asegura, mientras confía en que la solicitud realizada esta misma semana por Garzón para recabar información no se quede en saco roto.
El dolor de no saber en décadas cuál fue el destino final de un familiar tras la Guerra Civil y la posterior represión fue y es compartido por otras muchas personas en Euskadi. Belén Larrea, de 42 años y natural de Bilbao, tuvo conocimiento hace dos años, gracias a la mediación del colectivo Ahaztuak 1936-1977, de la localización de los restos de su abuelo, Emiliano Vian, en un pequeño pueblo de Palencia. "Mi madre se murió sin saber dónde había sido enterrado. No hay derecho", lamenta.
La tragedia de no saber nada
"Es inhumano"
Belén confía, por ello, en que la solicitud de Garzón sirva para avanzar en el esclarecimiento de lo que sucedió. "Ya era hora. Ocurrieron verdaderas barbaridades y no ha habido justicia. Hay quien aún no sabe dónde están sus familiares. Es inhumano. Las heridas se cerrarán cuando haya justicia, y la justicia llegará cuando haya verdad", opina.
"Seguimos teniendo la esperanza de saber dónde está. Confiamos en que, por algún lado, aparezca algo que nos lleve hasta él", reconoce, por su parte, Imanol Rodríguez, sobre la desaparición de su tío-abuelo Jesús Basauri, en la localidad vizcaína de Berango. Tras ser apresado por soldados italianos, se le perdió la pista un día en el que fue llevado hasta el Ayuntamiento a realizar algún papeleo. "Un vecino nos dijo que se lo habían llevado en dirección a Algorta, pero no supimos nada más. También dijeron que lo habían visto en el fuerte de San Cristóbal, en Pamplona, pero nunca se ha llegado a acreditar", señala.
Sin salir de ese territorio, Juan Rasines, de Barakaldo, e Iñaki García, de Galdakao, aportan otros testimonios sobre la misma tragedia. "Mi padre estuvo varios meses en la cárcel de Santoña. Después de un falso juicio, fue condenado a muerte y fusilado. Un día fui con mi madre a llevarle comida y ropa a la prisión y nos dijeron que ya no le hacía falta", recuerda el primero, que hace no demasiado decidió contactar también con Ahaztuak 1936-1977 para tratar de localizar a su padre, del que supo que se encontraba enterrado en un cementerio cántabro.
"Nos dijeron que mi tío se había ahogado tras saltar al agua en alta mar, pero no me lo creía. Siempre tuvimos la duda", afirma el segundo, que finalmente ha podido saber que este familiar descansa en el mismo cementerio que Rasines.
(Noticias de Gipuzkoa. 6 / 09 / 08)