Un sereno de comercio y un guardamontes, ambos vecinos de Donostia y los dos desaparecidos tras la entrada -el 13 de septiembre de 1936- de las tropas franquistas en la capital guipuzcoana. Ésas son, de momento, las dos personas identificadas de entre las siete víctimas republicanas que, en verano del año pasado, fueron localizadas en las dos fosas de la Guerra Civil halladas fortuitamente (durante las obras del sexto puente) junto al río Urumea en el barrio de Amara.
En ese momento, la aparición de un botón con las iniciales SS (habituales en la indumentaria de los trabajadores municipales) ya hacía pensar en el más que probable vínculo de uno de los fallecidos con los cuerpos municipales. Y ahora, los indicios se han confirmado. Porque, gracias a la implicación de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el Instituto Vasco de Medicina Legal -dependiente del Departamento de Justicia del Gobierno Vasco- y la Policía Municipal y, sobre todo, gracias a la aportación de las familias, se ha podido identificar a dos de ellos.
"Estoy satisfecha porque ha aparecido y porque ahora ya contamos con un documento que certifica esa localización", expresaba ayer Celestina Zabala, hija de una de esas dos personas (Millán Zabala) sobre las que sí se ha podido certificar su nombre. Según relataba, a su padre -sereno de comercio- se lo llevaron un día que paseaba junto a la barandilla de La Concha, en Donostia. Y, claro, ya no apareció. Al menos, vivo. Y, al menos, hasta el verano pasado.
Junio de 2009
Entonces, a finales de junio de 2009, las excavadoras que trabajaban junto al sexto puente de Donostia localizaron una primera fosa circular junto al río Urumea. En ella (como se pudo comprobar en la investigación ordenada por el Juzgado número 3 de Donostia) había restos de tres personas, además de varios objetos: botones, la hebilla de un cinturón y proyectiles de bala. Las hipótesis eran claras desde un primer momento. Se trataba de víctimas republicanas de la Guerra.
Pero el descubrimiento no acabó ahí. Días más tarde, a escasos metros, apareció una segunda fosa, en este caso rectangular. En su interior había otros cuatro cuerpos que, junto con los tres anteriores, fueron trasladados a la sede del Instituto de Medicina Legal en Donostia para su análisis y la toma en ellos de muestras de ADN. Y han sido estas últimas las que, a través de la colaboración del Instituto Nacional de Toxicología, y con la implicación de las familias, han permitido identificar a dos de las víctimas (ambas estaban en la primera fosa).
De las otras cinco (todas ellas con una longitud de entre 1,50 y 1,57 metros) se desconoce aún su nombre. Se sabe que cuatro son varones y que la quinta es una mujer (la segunda exhumada hasta ahora en una fosa de la Guerra en Gipuzkoa), pariente por línea materna de otro de los varones sin identificar. Además, aunque la seguridad de que la muerte fue por arma de fuego sólo existe en dos de los siete casos, en el resto se sospecha lo mismo, lo que hace pensar que se trataría de personas fusiladas.
Familiares
La llamada a Aranzadi o al Gobierno Vasco de cualquier persona que crea que un familiar puede ser una de esas víctimas se antoja clave para identificar al resto de víctimas, lo que provocó ayer el correspondiente llamamiento de las instituciones. Ello, recordaron, permitía cotejar sus muestras de ADN con las de las víctimas para comprobar si hay o no parentesco.
(Noticias de Gipuzkoa. 6 / 07 / 2010)