Un vecino del pueblo de Larrabetzu, en Vizcaya, sintiéndose morir el
año pasado, confesó a un sobrino suyo algo que le remordía desde hacía
años: el emplazamiento de una fosa común en la que yacían de diez a
catorce milicianos asturianos que cayeron durante la defensa de Bilbao,
en junio de 1937. La fosa se encuentra en el pinar de Bolumburu, y ya en
junio del año pasado se celebró un homenaje en honor de estos caídos y
los «gudaris» asturianos que dejaron la vida por defender el País Vasco,
aunque se les pagó con cierta mala fama.
Según explica el casín afincado en Vizcaya desde los 12 años Marcelo Álvarez, miembro de la asociación Ahaztuak 1936-1977, que organiza este fin de semana otro homenaje, se cree que los asturianos de Bolumburu estaban encuadrados en el batallón 228, conocido también como el 28 o el batallón Mateotti, llamado así en honor del diputado socialista asesinado en 1924 por fascistas italianos. De adscripción socialista, este batallón se reclutó en Sama, y estaba al mando de José Torre Antuña, según indica el historiador Francisco Vargas en su trabajo «Las brigadas asturianas y santanderinas en el frente vasco».
Los asturianos cayeron durante la ofensiva franquista sobre el llamado Cinturón de Hierro en torno a Bilbao, que cedió ante la lluvia de fuego lanzada por 150 piezas de artillería y por los aviones de la legión Cóndor de Hitler. Según los datos de Francisco Vargas, el 228 recibió un durísimo castigo en el sector Larrabetzu. La ofensiva franquista se inició el 11 de junio y el día 13 este batallón tuvo que replegarse. El día 15 había quedado reducido a 380 milicianos y fue apartado del frente. El 1 de agosto, contabilizaba ya 149 muertos, y el 7 de septiembre, tras el desastre de Santander, sólo tenía entre sus filas a 170 soldados.
«Hay fosas con cadáveres de milicianos en toda la zona. Hace poco nos avisaron de un pueblo cercano. En Peña Lemona se han encontrado algunos cuerpos estos años», indica Marcelo Álvarez.
Los asturianos caídos en Larrabetzu formaban parte del contingente asturiano mandado al País Vasco para frenar la ofensiva nacional sobre Bilbao, que se inició el 31 de marzo de 1937 con el bombardeo de Durango. Antes, en agosto y septiembre de 1936, varios grupos de dinamiteros de las Cuencas habían luchado en los frentes de Irún y San Sebastián.
En febrero del 37, se recabó la participación de varias brigadas vascas en la ofensiva republicana lanzada sobre el pasillo de Oviedo. Unos cinco mil vascos lucharon en Asturias, con más de un millar de bajas, según Francisco Vargas. Un centenar de ellos están enterrados en Areces (Las Regueras). Estaban al mando de Cándido Saseta, que también cayó en aquella batalla, y cuyo cuerpo se recuperó en Areces hace pocos años.
Los asturianos mandaron al País Vasco cerca de veinte mil hombres (incluida también alguna miliciana, para desmayo del Gobierno nacionalista de Aguirre), entre abril y junio de 1937. Hasta 27 batallones, encuadrados en 9 brigadas, más algunas compañías y el equivalente a cuatro baterías de artillería, se dejaron la piel en Euskadi. Las cinco últimas brigadas, que llegaron a mediados de junio de 1937, sufrieron más de 1.500 bajas en menos de dos meses.
El batallón 228 formaba parte de la primera brigada expedicionaria asturiana, que llegó al País Vasco a primeros de abril del 37. Completaban la brigada el batallón 223 (el antiguo «Juanelo» de Laviana) y el 234, comunista, conocido como el «Somoza», por el nombre de su comandante. La brigada estaba al mando de Ramón Garsaball, que luego sería sustituido por el mayor José Rodríguez. El 12 de abril contraatacaron en el Macizo de Altún y a final de mes, como parte de la Tercera División Vasca, lucharon en Durango y luego en Rigoitia. A fines de mayo, la brigada tomó posiciones en el Cinturón de Hierro, concretamente en el monte Bizcargui, que marca el límite entre Larrabetzu y Muxika. El 11 de junio, se vio envuelta en los combates por la loma de Urkullu, en Gaztelumendi, el paso previo a la ruptura del Cinturón de Hierro, que se realizaría al día siguiente. En esa terrible ofensiva resultó diezmada. El 16 de junio, ya fuera del frente, disponía de 1.191 soldados, tras perder un tercio de sus efectivos.
Sorprende por tanto que los asturianos dejasen tan mala fama. «La historiografía está cambiando esa idea», indicó Marcelo Álvarez. A los asturianos se les acusó de robar gallinas y entrar en los huertos. Álvarez dice que el Gobierno vasco no les daba suministros. Los nacionalistas temían el espíritu revolucionario de los asturianos. El periodista británico George M. Steer, pronacionalista, se mostró muy despectivo con el papel de los asturianos, a los que acusó de no mostrarse excesivamente combativos. También hubo algún incidente desgraciado, como el protagonizado por un minero del batallón 243, que le pegó un tiro a un camarero del bar Adrada de Bilbao, porque tardaba en ponerle de beber, relata Vargas.
Los vascos quieren ahora limpiar la imagen de los asturianos. Desde hoy, viernes, se organizan diferentes actos para homenajear a los milicianos. Mañana, sábado, se inaugurará un monolito en el pinar de Bolumburu, tras un Pleno extraordinario en el Ayuntamiento de Larrabetzu en el que se nombrará a los milicianos hijos adoptivos del municipio. Están invitadas las alcaldesas de Las Regueras y de Castrillón.
(La Nueva España. 21 / 06 / 2013)
Según explica el casín afincado en Vizcaya desde los 12 años Marcelo Álvarez, miembro de la asociación Ahaztuak 1936-1977, que organiza este fin de semana otro homenaje, se cree que los asturianos de Bolumburu estaban encuadrados en el batallón 228, conocido también como el 28 o el batallón Mateotti, llamado así en honor del diputado socialista asesinado en 1924 por fascistas italianos. De adscripción socialista, este batallón se reclutó en Sama, y estaba al mando de José Torre Antuña, según indica el historiador Francisco Vargas en su trabajo «Las brigadas asturianas y santanderinas en el frente vasco».
Los asturianos cayeron durante la ofensiva franquista sobre el llamado Cinturón de Hierro en torno a Bilbao, que cedió ante la lluvia de fuego lanzada por 150 piezas de artillería y por los aviones de la legión Cóndor de Hitler. Según los datos de Francisco Vargas, el 228 recibió un durísimo castigo en el sector Larrabetzu. La ofensiva franquista se inició el 11 de junio y el día 13 este batallón tuvo que replegarse. El día 15 había quedado reducido a 380 milicianos y fue apartado del frente. El 1 de agosto, contabilizaba ya 149 muertos, y el 7 de septiembre, tras el desastre de Santander, sólo tenía entre sus filas a 170 soldados.
«Hay fosas con cadáveres de milicianos en toda la zona. Hace poco nos avisaron de un pueblo cercano. En Peña Lemona se han encontrado algunos cuerpos estos años», indica Marcelo Álvarez.
Los asturianos caídos en Larrabetzu formaban parte del contingente asturiano mandado al País Vasco para frenar la ofensiva nacional sobre Bilbao, que se inició el 31 de marzo de 1937 con el bombardeo de Durango. Antes, en agosto y septiembre de 1936, varios grupos de dinamiteros de las Cuencas habían luchado en los frentes de Irún y San Sebastián.
En febrero del 37, se recabó la participación de varias brigadas vascas en la ofensiva republicana lanzada sobre el pasillo de Oviedo. Unos cinco mil vascos lucharon en Asturias, con más de un millar de bajas, según Francisco Vargas. Un centenar de ellos están enterrados en Areces (Las Regueras). Estaban al mando de Cándido Saseta, que también cayó en aquella batalla, y cuyo cuerpo se recuperó en Areces hace pocos años.
Los asturianos mandaron al País Vasco cerca de veinte mil hombres (incluida también alguna miliciana, para desmayo del Gobierno nacionalista de Aguirre), entre abril y junio de 1937. Hasta 27 batallones, encuadrados en 9 brigadas, más algunas compañías y el equivalente a cuatro baterías de artillería, se dejaron la piel en Euskadi. Las cinco últimas brigadas, que llegaron a mediados de junio de 1937, sufrieron más de 1.500 bajas en menos de dos meses.
El batallón 228 formaba parte de la primera brigada expedicionaria asturiana, que llegó al País Vasco a primeros de abril del 37. Completaban la brigada el batallón 223 (el antiguo «Juanelo» de Laviana) y el 234, comunista, conocido como el «Somoza», por el nombre de su comandante. La brigada estaba al mando de Ramón Garsaball, que luego sería sustituido por el mayor José Rodríguez. El 12 de abril contraatacaron en el Macizo de Altún y a final de mes, como parte de la Tercera División Vasca, lucharon en Durango y luego en Rigoitia. A fines de mayo, la brigada tomó posiciones en el Cinturón de Hierro, concretamente en el monte Bizcargui, que marca el límite entre Larrabetzu y Muxika. El 11 de junio, se vio envuelta en los combates por la loma de Urkullu, en Gaztelumendi, el paso previo a la ruptura del Cinturón de Hierro, que se realizaría al día siguiente. En esa terrible ofensiva resultó diezmada. El 16 de junio, ya fuera del frente, disponía de 1.191 soldados, tras perder un tercio de sus efectivos.
Sorprende por tanto que los asturianos dejasen tan mala fama. «La historiografía está cambiando esa idea», indicó Marcelo Álvarez. A los asturianos se les acusó de robar gallinas y entrar en los huertos. Álvarez dice que el Gobierno vasco no les daba suministros. Los nacionalistas temían el espíritu revolucionario de los asturianos. El periodista británico George M. Steer, pronacionalista, se mostró muy despectivo con el papel de los asturianos, a los que acusó de no mostrarse excesivamente combativos. También hubo algún incidente desgraciado, como el protagonizado por un minero del batallón 243, que le pegó un tiro a un camarero del bar Adrada de Bilbao, porque tardaba en ponerle de beber, relata Vargas.
Los vascos quieren ahora limpiar la imagen de los asturianos. Desde hoy, viernes, se organizan diferentes actos para homenajear a los milicianos. Mañana, sábado, se inaugurará un monolito en el pinar de Bolumburu, tras un Pleno extraordinario en el Ayuntamiento de Larrabetzu en el que se nombrará a los milicianos hijos adoptivos del municipio. Están invitadas las alcaldesas de Las Regueras y de Castrillón.
(La Nueva España. 21 / 06 / 2013)