"El 25 de
enero de 1937 a media noche se lo llevaron de casa, en Mugaire, dos
sicarios con uniforme de requeté. Mi madre, seguramente presintiendo la
tragedia, me envió a recibirlos vestidico de requeté, pero no
sirvió de nada. Yo tenía cuatro años pero ese momento quedó grabado en
la retina de mis ojos. Mi padre me aupó con sus brazos a la altura de su
rostro y me besó con un semblante triste que ha quedado grabado como un
flash en mi memoria para siempre. No le volví a ver".
Este estremecedor relato es de Ricardo Mula Roca, un "exiliado
navarro en Cataluña", de 79 años de edad y pronunciado acento catalán,
hijo de Francisco Mula Castro, un celador de caminos que al inicio de la
Guerra Civil trabajaba al servicio de la Diputación y que fue asesinado
por militar en Izquierda Republicana. Hoy, 75 años después, el boca a
boca, testigos y poco más ubican sus restos en una fosa abierta en
Lantz. Pese a que se ha ahondado en varios puntos, su fosa, y la de
otras personas que también fueron enterradas en este lugar, no ha
aparecido.
Esta semana, Ricardo Mula vino de Barcelona a Navarra
acompañado por su mujer, Teresa Burguera, para asistir a una nueva
excavación sin resultado. No obtuvo la información que "llevo buscando
toda mi vida", pero dejó el testimonio de su vida; del trato injusto que
recibió su padre y las consecuencias que este hecho criminal han
empañado la vida de sus descendientes. "Mi hermano mayor, Francisco, que
se alineó con el antifranquismo y colaboró ayudando a los maquis
-enviaba dinero- se suicidó a los 37 años en Barcelona, en la plaza de
Cataluña, cuando se vio acorralado por policías de la Social. Su mujer
estaba embarazada de mi sobrina. Mi otro hermano, José Mª, también murió
trágicamente desquiciado. Y mi madre, Concepción Roca Hernández, que
nos sacó a todos adelante, vivió con la pena de haberse quedado viuda
con tres hijos de 4, 7 y 11 años, y mal vista por la sociedad. Tuvo que
emigrar a Cataluña y murió en 1972 en mis brazos.
INOCENTE Y EN LIBERTAD
La
vida de Francisco Mula puede ser equiparable a la de muchas de las
personas que padecieron la mayor de las represalias, la muerte, por
comulgar con unas ideas políticas contrarias a Franco y por defender el
régimen político que las urnas habían otorgado a la República. Pero
siendo su caso de gravedad extrema, da una vuelta de tuerca más cuando
los documentos recabados por su hijo Ricardo evidencian que, después de
ser detenido hasta en tres ocasiones entre julio y septiembre de 1936,
encarcelado en la prisión de Pamplona y a punto de ser juzgado por un
Consejo de Guerra sumarisimo fechado para el 3 de noviembre de 1936, un
tribunal militar de Burgos decretó su puesta en libertad y ordenó su no
procesamiento. Pero ese no era el destino que le había señalado el
franquismo.
Francisco Mula, al enterarse de la sublevación militar
franquista de 1936, salió en un automóvil de Mugaire -donde residía con
su familia- para dirigirse a Irun y recabar información del golpe
militar. Iba con otras tres personas y fue detenido, el 29 de julio de
1936, por la Guardia Civil en Bera. Iban con él Francisco Piérola, de
Mugaire; Alfonso Hernández, de Almandoz, y Constantino Pérez, de Irun
"conocidos del Frente Popular" y fueron detenidos cuando se dirigían a
"adquirir noticias", relata la propia Guardia Civil en un escrito en el
que también alude a la detención de otras personas que acompañaron a
"los revoltosos para asaltarnos". Cita aquí a Cesáreo Seminario,
Santiago Díez, Faustino Martínez, Gregorio Fernández, Juan Echave (propagandista extremista) y José Tellechea (nacionalista avanzado),
todos ellos de Bera, quienes, según la Guardia Civil, contribuyeron a
la sublevación de los carabineros y se resistieron a entregar dinero y
ayudarles. Se les acusó de rebelión.
Fueron encarcelados y Francisco Mula salió de prisión en
libertad provisional el 8 de agosto. El 22 de agosto fue nuevamente
detenido y puesto en libertad dos días más tarde, y el 23 de septiembre,
de nuevo se le detiene y sale de prisión en libertad definitiva el 25
de septiembre de 1936 por orden de la máxima autoridad judicial militar
de Burgos. Se ordena aquí -según información de la Comandancia Militar
de Pamplona- el no procesamiento de Mula. "Todo el singular desarrollo
de este relato -señala Ricardo Mula- tiene una explicación, el apoyo del
hermano de mi madre, Francisco Roca Hernández, que era comandante
militar de Estella y tenía una brillante carrera militar. Era monárquico
y había sido dos veces condecorado por Alfonso XIII. Liberó a su cuñado
de una ejecución inminente y, además, cuando salió en libertad la
última vez le cobijó en su casa de Estella".
Por el movimiento nacional
Este salvoconducto
duró poco. En octubre de 1936, Francisco Mula decide regresar a su
domicilio de Mugaire con su mujer y sus hijos, donde vivió hasta su
última y definitiva detención, el 25 de enero de 1937. "Esos dos boinas rojas,
sicarios a sueldo o quién sabe que prebenda obtuvieron, fueron enviados
desde Pamplona para asesinarlo con nocturnidad, alevosía", denuncia
Ricardo Mula.
"Mis investigaciones -añade- fueron infructuosas durante
muchos años debido al miedo de los lugareños pero por fin uno de ellos
me aseguró, sin poder indicarme el sitio exacto, que este vil asesinato
lo efectuaron en las cercanías de Lantz. Está claro que no podían llegar
con él vivo a Pamplona dado que era una persona libre, declarado así
por la autoridad judicial militar golpista".
La "desaparición" de Francisco Mula fue denunciada por su
mujer ante el juzgado de Primera Instancia de Pamplona el 11 de mayo de
1937. Concepción Roca Hernández relata los hechos acaecidos hasta
entonces -las tres detenciones, su residencia en Estella, la resolución
de los militares y su puesta en libertad sin cargos- y denuncia que su
marido "salió" el 25 de enero de 1937 "y no ha regresado". La muerte de
Francisco Mula Castro a los 44 años fue anotado en el Registro Civil el
19 de julio de 1937. "Dadas las circunstancias por las que atravesaba
España no es absurdo suponer que ha fallecido a consecuencia del
Movimiento Nacional" recoge el juzgado. Su esposa pudo ser declarada
viuda y recibir una pensión.
Amadeo Marco, sin información
Al morir Concepción Roca el 9 de enero de 1972, su hijo Ricardo
escribió a Amadeo Marco para comunicarle la muerte; obrara respecto a la
pensión; y agradecerle la misma "a pesar de que hubo quien se opuso" a
su concesión. Además, le pedía que "con su merecida influencia" pudiera
averiguar "dónde reposan los restos mortales del que fue mi querido
padre, vilmente asesinado por ciertos individuos (de los que Dios se
apiade) durante nuestra guerra civil. Le quedaría profundamente
agradecido si me lo hiciera saber, dado que la injusticia y villanía del
asesinato ha debido siempre atormentar o al menos avergonzar a esos
individuos asesinos, que han hecho imposible con su anónimo silencio,
nuestro humanitario deseo de saber dónde se hallan los restos mortales,
para si es posible honrarlos como se merecen y Dios manda". Amadeo Marco
le respondió testimoniándole "su sentido pésame por la muerte de
Concepción" y respecto "al otro extremo de la carta", dice que "mucho
siento tenerle que informar que me es de todo punto imposible facilitare
la información que interesa, por cuanto en esta Diputación se carece de
noticias sobre el particular y no existir antecedente alguno".
(Noticias de Navarra. 4 /11 /2012)