Si bien es
cierto que "No todas las carreteras de la memoria pasan por ésta ", tal y
como expresaba ayer Juan Kruz Lakasta en el homenaje a los esclavos del
franquismo en el Alto de Igal, hay que reconocer que el acto sencillo
organizado por Memoriaren Bideak viene marcando su fecha desde hace
nueve años de forma especial porque traslada el recuerdo al lugar de las
vivencias narradas incluso por los propios protagonistas, camino del
centenario de su nacimiento.
El intenso calor se echó encima en el monte cuando comenzó el
homenaje a los 2.345 esclavos que hicieron la carretera de Igal a
Vidángoz entre los años 1939-1941, y a sus familiares que también
sufrieron el castigo, así como el agradecimiento a los hombres y mujeres
de los valles de Roncal y Salazar, represaliados tras el golpe del 36 y
en posterior dictadura franquista.
El Zanpanzar de Burlada-Burlatako Joaldunak, la música de
Xabier Barriola y la de los txistus de Xanti Begiristain y Kepa Bales,
introdujeron a los prisioneros, Félix Padín y Luis Ortiz, y a los
familiares de represaliados.
El turno de intervenciones lo abrió Jacqueline Urla,
antropóloga y nieta de Amadeo Urla, concejal de Izquierda Republicana de
Pamplona asesinado en 1936, quien manifestó su admiración por la labor
fundamental de divulgación desde "este lugar que tiene un sentido
especial para mí".
Tras ella, la nota nueva de esta edición la puso el escritor Patxi Zubizarreta, autor de la novela Hiru Gutun Iruñeatik,
editada recientemente por Pamiela, basada en la experiencia de los
prisioneros que trabajaron en esta carretera. Orgulloso y emocionado de
estar entre ellos, introdujo sus sentidas líneas tomando prestadas las
de Jorge Semprún en nombre "de los náufragos para devolverles las
palabras", y agradeció la lección de dignidad que le ha sido transmitida
por unos especiales compañeros de viaje, testigos de la historia.
Se iniciaron después las intervenciones de los miembros de las
numerosas asociaciones de la memoria histórica que acudieron este año.
Entre ellas, la asociación francesa, Memoria y Exilio, Saint Gaudens,
Haute-Garonne, que promueve la memoria del exilio. Chantal Gorrindo,
hija de Demetrio Gorrindo, oriundo de Garde, habló en su nombre. La
descendiente de este exiliado roncalés significó la importancia de la
recuperación de la memoria para que la juventud la conozca a la vez que
lanzaba un deseo: "Tengo el mismo sueño que mi padre, que la República
vuelva a España", mientras su hija depositaba unas flores en el monolito
de recuerdo que mira hacia el valle.
Los catalanes del Collectiu Republicá del Baix Llobregat,
asiduos en el homenaje, lamentaron ayer la pérdida de José Barajas,
prisionero en Igal. Su nieto, David Llora, habló de las penurias
pasadas, y agradeció la labor y el apoyo de Juantxo Gartzia de Azilu, de
Memoriaren Bideak, fallecido el año pasado. El también catalán Felipe
Moreno, del Ateneu Republicá del barrio de Gracia de Barcelona, hizo
hincapié en el sufrimiento físico, político y moral vivido por los
prisioneros.
73 años de la llegada
Tras él llegaron los testimonios de Félix Padín y Luis Ortiz, dos
veteranos casi centenarios, unidos en la emoción del recuerdo. El 25 de
julio de 1939 llegaron los primeros prisioneros integrados en el
Batallón nº 127 a la villa de Roncal. Posteriormente, fueron destinados a
Vidángoz e Igal. Padín, militante anarcosindicalista, llegó a mediados
de julio del 1940, después de que le hicieran prisionero en Bilbao, en
el 37, mientras combatía como teniente en el batallón Durruti. "Fue aquí
donde más hambre pasamos y peor nos trataron", exclamó. Su intervención
fue muy aplaudida tras denunciar la continuidad del régimen franquista,
sin perder el hilo de la lucha actual de los mineros asturianos.
Luis Ortiz, prisionero republicano y trabajador social en
activo, agradeció a los vecinos de Roncal y Salazar que les ayudaron en
el pasado, y a los del presente, al inolvidable Juantxo, "al que
llevamos en el corazón". Las lágrimas de Ángela Urrizar, la canción de
Margarita, y la emoción de Joaquín Tomás Otal y Manuel Salvoch, niños de
la guerra descedientes de exiliados republicanos se sucedieron antes
del aurresku de Gorka Mediavilla. El broche final lo puso Ana
Barrena, con el recuerdo de su compañero, Juantxo, y exigiendo con
fuerza las máximas que guían a los que trabajan por recuperar la
memoria: justicia, verdad y reparación.
(Noticias de Navarra. 25 / 06 / 2012)