jueves, septiembre 02, 2010

SIETE DÉCADAS DE DOLOR

Aunque desconocida, la imagen de su padre nunca cayó en el olvido para Pilar, que junto a su hermana Iluminación y otros familiares, trató de localizar el cuerpo sin éxito durante años. La Ley de Memoria Histórica supuso una última esperanza para los Fernández de Labastida, que no dudaron en acudir al Gobierno vasco en busca de ayuda. El cruce de datos con los testimonios aportados por varios vecinos de la zona, niños y adolescentes cuando ocurrieron los hechos, permitió el hallazgo de la fosa en la cuneta de la carretera A-2622, en el puerto alavés de La Tejera.

Los trabajos de exhumación, compartidos por la asociación Ahaztuak y la Sociedad de Ciencias Aranzadi, se realizaron durante los pasados 19 y 20 de junio. Excavada a un metro y medio de profundidad, la fosa apenas tenía dos metros de longitud y 40 centímetros de ancho, el mínimo espacio necesario para albergar el cadáver de Primitivo y los de las otras dos personas que yacían junto a él bajo tierra: supuestamente, el matrimonio formado por Florentino García Valencia y Mónica Barrón del Val.

Los restos fueron trasladados posteriormente hasta el laboratorio de Antropología Forense de la UPV en San Sebastián, donde se realizó el estudio antropológico que ha permitido confirmar las identidades. Junto a los huesos, los investigadores hallaron también algunos objetos personales, tales como corchetes, varias monedas, suelas de caucho negro de alpargatas, una hebilla metálica e incluso una peineta.

Labrador de profesión, Primitivo Fernández de Labastida fue un hombre cultivado. Le gustaba tocar la guitarra y contaba entre sus posesiones con numerosos libros de leyes, matemáticas o aritmética, algo inusual por aquella época, sobre todo, en una pequeña localidad como la burgalesa de Santa Gadea del Cid, de la que era natural. Quizá por ello colaboró con el secretario municipal, una labor que en el marco de la contienda, bien pudo ser el motivo por el que fue asesinado.

Fue capturado por un grupo de requetés que supuestamente se lo llevaron para tomarle declaración en Vitoria, pero que junto a las otras dos víctimas, le trasladaron finalmente hasta el enclave en el que acabó fusilado. Contaba solo 35 años. "Sabemos por testimonios de la gente que era una persona muy alegre", aseguraba ayer a EL PAÍS su nieto, Pedro Luis Martínez de Bujo.

Casi tres cuartos de siglo después, la de ayer fue una jornada emotiva para los descendientes de Primitivo. Mendia no solo les entregó en Vitoria de los restos óseos de su ascendiente, sino también un completo informe que repasa las conclusiones de la investigación desarrollada para analizar el crimen. El estudio aporta cierta luz a siete décadas de incertidumbre para una familia que llamó a todas las puertas posibles para tratar de esclarecer lo ocurrido por su cuenta y que puede al fin descansar tranquila.

Al igual que el cadáver de Primitivo, al que se le dará nuevamente sepultura, esta vez con todos los honores, en el cementerio de su Santa Gadea del Cid natal. Tras una misa familiar, el entierro se celebrará mañana. Caprichos del destino, justo el día que se cumplirán 74 años desde su fusilamiento.

No será el único acto en memoria de la víctima. La cuadrilla alavesa de Añana organizará el sábado un homenaje póstumo que incluirá la colocación de un monolito conmemorativo en el lugar en el que fue descubierta la fosa y la plantación simbólica de tres árboles a modo de recuerdo.
(El Pais. 2 / 09 / 2010)