Sólo desde el conocimiento de la historia puede recuperarse su memoria. Y ello exige el reconocimiento del papel central del PCE y de su política de unidad democrática en la lucha antifranquista, que consiguió aglutinar a un amplio campo de fuerzas políticas y sociales en los años 70, aunque fue insuficiente para conseguir la ruptura democrática. Ello hizo que la salida del régimen franquista se quedara a medias, consiguiéndose las Libertades democráticas, la Amnistía y los Estatutos de Autonomía (reivindicados unitariamente por la oposición democrática aglutinada en la Junta Democrática, la Plataforma Democrática y posteriormente la Coordinación Democrática que las aglutinó, la llamada "Platajunta"), pero no el Gobierno Provisional que hubiera plasmado la ruptura democrática, resultando así cercenado el Proceso Constituyente al no poderse debatir libremente sobre la forma de Estado, y en particular sobre la opción entre Monarquía y República.
Al margen de dicho movimiento unitario de la oposición al franquismo quedaron la ETA (que ha pervivido a través de sucesivas escisiones) y el PCE-ml, que se disolvió tras el fracaso de su estrategia de "guerra popular" a través del FRAP). Por lo que se refiere al llamado "gobierno en el exilio", del que fue expulsado el PCE al inicio de la guerra fría, estaba totalmente desconectado de las luchas contra el franquismo dentro de España. Sólo desde el desconocimiento de la historia puede "reivindicarse" su papel en los años 70.
Otras fuerzas minoritarias, como la que encabezara Enrique Lister, se integraron posteriormente en el PCE.
No obstante, es importante distinguir netamente entre el papel del PCE en la lucha antifranquista, en el que su política de "reconciliación" contribuyó a la unidad democrática contra el franquismo, incluyendo sectores sociales y personas con antecedentes familiares vinculados al franquismo, y la actuación del PCE durante la transición, y en particular durante el proceso de elaboración condicionada de la Constitución de 1978. La renuncia a defender la República en dicho proceso ha sido reconocida posteriormente como un grave error por el Comité Federal del PCE.
Una de las consecuencias negativas del modo como tuvo lugar la transición del franquismo a la democracia formal fue el olvido durante varias décadas de lo que representó la Segunda República y posteriormente la lucha guerrillera contra el franquismo. No obstante, a partir de 1991 el PCE, además de recuperar la reivindicación de la República como forma de Estado, asumió también la lucha por la recuperación de la memoria histórica bajo la bandera republicana, tanto en la II República como en la guerrilla antifranquista.
Cuando desde el Gobierno del PSOE se procedió, después de reiteradas dilaciones, a proponer un proyecto de Ley de Memoria Histórica, el PCE, junto con las asociaciones por la recuperación de la memoria, se opuso tanto a su pretendida "equidistancia" entre republicanos y franquistas durante la guerra como a la renuncia a la anulación de los juicios franquista, con la consiguiente plena restitución de los derechos vulnerados de las víctimas de la represión franquista. Y aunque se consiguió atenuar dicha"equidistancia", quedó pendiente la mencionada anulación. Por ello, el PCE, que fue además ninguneado por el Gobierno en el proceso de su debate, no opoyó la Ley de Memoria Histórica que fue finalmente aprobada, y discrepó de los acuerdos a los que la entonces mayoría de IU alcanzó con el PSOE para dicha aprobación. En todo caso, la nueva correlación de fuerzas y dinámica unitaria en IU tras su última Asamblea favorece que IU juegue el papel que le corresponde en la lucha por la recuperación de la memoria.
En este contexto, no obstante, es importante que la recuperación de la memoria sea integral, lo que supone reconocer:
1) Lo que representó la II República en los años 30 como principal experiencia democrática en la historia de España.
2) El papel heroico jugado por quienes no se resignaron a asumir la derrota y continuaron en la guerrilla la lucha contra el franquismo, contribuyendo así desde España a la lucha mundial contra el fascismo en los años 40.
3) El papel central jugado por el PCE en los años 60 y 70 para impulsar un movimiento unitario de lucha por la democracia, a través de lo que se llamó su política de "reconciliación" y posteriormente de "Pacto por la Libertad".
4) La insuficiente acumulación de fuerzas para conseguir la ruptura democrática, y los errores cometidos por la dirección del PCE a finales de los 70 y principio de los 80, con la renuncia a reivindicar la República y una deformación institucionalista que minusvaloraba el papel de la movilización social, errores que fueron reconocidos en un proceso de autocrítica a partir de los 90.
Es importante destacar que los "recordatorios" hagiográficos de la transición que se han venido realizando en los últimos años han pretendido ningunear lo que representa actualmente el PCE, pretendiendo dar una imagen en la que aparentemente su historia habría terminado cuando Santiago Carrillo dejó de ser su secretario general y abandonó el PCE conduciendo a sus seguidores a integrarse en el PSOE. De este modo se ha llevado a cabo una nueva manipulación de la memoria, usurpando su protagonismo a la clase trabajadora y pretendiendo reducirla al trío Carrillo-Suárez-Juan Carlos, en un ejercicio además de exaltación de la Monarquía frente al ascenso del movimiento republicano.
Todo ello hace especialmente importante la reivindicación de la figura de Marcos Ana, que no sólo representa en su historia personal la defensa de la república (hasta su presencia junto al puerto de Alicante en el último bastión de resistencia de la II República) y la lucha antifranquista, con su largo período en la prisión y su papel de portavoz primero del colectivo de presos políticos y después de la política de unidad democrática del PCE, sino que, a diferencia de otros, se ha mantenido fiel a su partido, al PCE, en las reuniones de cuyo Comité Federal coincidimos habitualmente.
Ciertamente debemos lamentar que el premio de la concordia para el que se le propone, y que merece sobradamente como representante de la política del PCE contra el franquismo, tenga un nombre dinástico, el del "Príncipe de Asturias", figura que debería pasar lo más pronto posible al museo de la historia. Igual que, en otro ámbito, debemos lamentar que uno de los acontecimientos anuales más populares lleve el nombre de "Copa del Rey". Pero resulta lamentable que la oposición a dicho premio ( http://www.kaosenlared.net/noticia/manifiesto-contra-candidatura-marcos-ana ) se plantee precisamente cuando el candidato es Marcos Ana: si finalmente se le concede, ello representará un reconocimiento por parte de los poderes del Estado de la vigencia de las ideas republicanas (y comunistas) que Marcos Ana también representa, y deberá ser un estímulo para continuar la lucha por la III República y con ello el fin también de los rótulos dinásticos a los premios otorgados por el Estado a los ciudadanos y ciudadanas que se hayan destacado en sus méritos en favor del progreso de nuestros pueblos.
(Kaos en la Red. 11 / 07 / 09)