"Cautivo y desarmado el ejercito rojo...» proclamó el último parte de guerra del ejercito fascista el 1 de Abril de 1939, pretendiendo escenificar así la derrota total de los sectores sociales que desde concepciones políticas e ideológicas tan diferentes habían confluido alrededor de la potencialidad de la II República, del Frente Popular... de la experiencia democratizadora en lo social, en lo nacional, en lo cultural, en lo económico que ello comenzaba a suponer a través de una práctica y unos debates que no habían hecho más que empezar cuando fueron arrancados de cuajo con el golpe fascista del 18 de Julio del 36.
Cuando desde Ahaztuak 1936-1977, con motivo del setenta aniversario de ese último parte de guerra, decidimos realizar la campaña «1939-2009: Ni cautivos ni desarmados» como contrapunto histórico y como declaración de compromiso, setenta años después y desde nuestro combate por la memoria, con aquellos valores y aquellos sueños supuestamente derrotados hasta el exterminio, teníamos claro que dentro de esta campaña habría un lugar de honor para unos hombres y mujeres que cumplieron, en toda su amplitud y sacrificio, con ese lema porque no estuvieron cautivos y siguieron armados, un lugar de honor para los «fugaos», «fuxidos», «emboscados»... según los términos que el lenguaje popular buscó en los diferentes ámbitos geográficos del estado español para referirse a estos constructores de una voluntad, de una lucha y una esperanza que como muchos investigadores comienzan a reconocer hoy a la luz de nuevos datos e investigaciones fue el mayor quebradero de cabeza del régimen franquista a lo largo de sus cuarenta años de existencia.
Esta resistencia armada que abarcó toda la península y que congregó alrededor de 10.000 personas en armas y más de 100.000 colaboradores, apoyos y enlaces a lo largo de sus casi treinta años de lucha ha sido y es hasta hoy día otro de los grandes olvidos de la memoria histórica llegando la falta de reconocimiento para con estos «maquis» y «guerrilleros» al extremo de no aparecer ningún reconocimiento hacia ellos en la llamada «Ley de Memoria Histórica» promulgada por el Gobierno español hace dos años, olvidando así su sacrificio, cercenando una página honrosa e ineludible de nuestra memoria histórica democrática y antifascista, la que habla de la legitimidad y la justicia de la lucha armada para enfrentar al fascismo y del honor y la proyección ética de los que la realizaron. Hasta ahora el único reconocimiento real de la memoria y sacrificio de todos estos hombres y mujeres ha sido el realizado por las asociaciones y grupos populares.
Junto con ello se olvida también la cruenta represión para acabar con ellos que no sólo abarcó a los combatientes, sino a decenas de miles de personas consideradas colaboradores, entorno. Se olvidan masacres como la del Pozo Funeres (Asturias) en 1948 donde 22 personas fueron sacadas de sus casas por la guardia civil, torturados y arrojados vivos a sus profundidades, se olvidan las letras UHP grabadas con un alambre al rojo en el pecho izquierdo de María, se olvidan de los golpes en los pies a Luisa tras colgarla de una viga a sus 14 años y de su violación... , de José, uno de los 24 hombres que un grupo de guardias civiles al mando del general Manuel Pizarro Cenjor encarceló, torturó y fusiló en 1947 en la sierra de Gúdar (Teruel). Se olvidan de las víctimas... y de los victimarios.
La lucha por la memoria histórica es una lucha contra el olvido. Contra el olvido de hechos, de personas, de valores. De lo que significan opresión y libertad, de que no son iguales los que mueren y matan por una o por otra, de que fascismo y voluntad popular no eran, no son, no serán nunca lo mismo. Eso es lo que defendemos y lo que nos trae el eco en estas montañas de Navascués que hemos elegido para realizar este homenaje al maquis, a la guerrilla antifascista, a "los del monte". Un eco que aún nos devuelve las voces militares y los disparos en la borda de Faustino en el 44, la agonía de los cinco guerrilleros allí abatidos. Que nos devuelve el sonido de las pisadas de "Quintana", aquel guerrillero que hizo más de treinta veces a pie la ruta desde las montañas cantábricas a territorio francés en busca de armas, municiones y avituallamiento.
Navascués es para nosotros Bejes, es Peñamayor, es Ferradillo... Es la Brigada «Malumbres» y la Brigada «Machado», Lisardo y los Caxigales, el cobijo y el médico de Bilbao y la espera infructuosa del barco con armas en La Franca. Es Mateo Obra y Celestino Uriarte. Es Girón, es O Piloto -el último guerrillero asesinado en Lugo en 1965- y es Daniel Rey, asesinado en Labarces en 1946. Es la guerrilla asentada en la Cordillera Cantábrica y los intentos fallidos de abrirla en la zona minera vizcaina y en Urdaibai... Es como entonces, voluntad y esperanza de continuar ni cautivos ni desarmados, libres para elegir la libertad y armados de razones para defenderla incluso en tiempos oscuros como ellos lo hicieron.
La necesidad de hacerlo es hoy como ayer más que evidente pues como canta Aura Kuby en homenaje a Juanin y Bedoya, otros dos guerrilleros caídos en combate contra las fuerzas de la dictadura franquista, «Súbditos de monarquía / regalo del dictador/ olvido, amnesia y porfía / costumbres de ganador. / Nos es preciso vivir en el maquis cotidiano / sólo por la dignidad que merece el ser humano».
(Gara. 14 / 06 / 09)