El sábado, 16 de mayo, con 91 años encima, mi hija Argiñe me llevó a ver el faro de Cabo Mayor de Santander. A pocos metros de éste hay un majestuoso monumento de piedra porosa al borde del mar. Sí y al borde está un profundo acantilado. Muy profundo. Muy profundo y mortal. Al pie de una alta cruz ha sido esculpida la figura de un hombre con los brazos y manos alzados, asiéndose a la cruz y su cuerpo destrozado. Impresionante. No existe inscripción descriptiva de su simbolismo ni nombre de su autor.
Neila, jefe de la checa de Santander, un desalmado y asesino fue el responsable de todas las fechorías y muertes. Enemigo de los vascos que pretendían huir a Francia por mar en barcos pesqueros pequeños, les apresaba asesinándoles, y, con un tiro en la nuca, arrojándoles al mar por los acantilados citados. Así murieron muchos gudaris y paisanos vascos, como mi hermano Iñaki, comandante intendente del batallón Kirikiño;, Zubiri, Otazua, Andima, Orueta y otros muchos. Se dijo que el torrero del faro murió loco al oír los lamentos de los que morían al fondo del acantilado. Y que Neila consiguió escapar a México.
(Deia. 27 / 05 / 09)