Un día como ayer, 72 años atrás, al mediodía, las tropas franquistas se adentraban por la calle Miracruz de la capital guipuzcoana, después de dejar más de 3.500 vascos muertos en las cunetas de Nafarroa. Ayer, a la misma hora, cientos de personas honraban la memoria de los más de 380 donostiarras fusilados por los fascistas españoles.
Después del golpe de Estado de Franco contra el régimen republicano en julio de 1936, Donostia fue una de las primeras capitales en organizarse para hacer frente a los fascistas. El asalto al acuartelamiento militar de Loiola aprovisionó de armas, en ese caso, a los anarquistas. Distintos puntos de la capital sirvieron como cuarteles preventivos de los republicanos en primera instancia, pero también de los franquistas. El Kursaal, sin ir más lejos, fue el lugar en el que los republicanos recluían a los fascistas presos.
Pero en setiembre las tornas de la contienda se invirtieron en Donostia. Los franquistas dejaron atrás Nafarroa, con un reguero de sangre de miles de vascos, y siguieron hacia el norte. A las 12.00 del 13 de setiembre las tropas franquistas se adentraron a Donostia desde el alto de Miracruz. A la misma hora, a pocos kilómetros de distancia, partía el último barco desde el puerto de la capital huyendo de los fascistas sublevados.
Pronto comenzaron las «desapariciones» que se convertían en detenciones y posteriores fusilamientos. El tranvía que en la época ascendía hasta lo alto del monte Ulia sirvió a los franquistas para llevar hasta allí a los donostiarras que, acto seguido, eran fusilados.
Primer acto público
Los vecinos del barrio de Ulia llevan años rememorando y denunciando las ejecuciones que se vivieron allí entre los años 1936 y 1942. En otoño de 2005, por vez primera, llevaron a cabo un acto de homenaje a los allí fusilados; incluso colocaron una placa de recuerdo, pero «los de siempre» lo rompieron y lo hicieron desaparecer.
Ayer, en cambio, el jardín de Alderdi Eder acogió el primer acto público en memoria de todos los donostiarras muertos a manos de los franquistas. El valor del homenaje lo evidenciaban las cientos de personas que secundaron la convocatoria. La mayoría son hijos e hijas, nietos y nietas de los más de 380 donostiarras fusilados que han guardado silencio durante años.
La emoción acumulada se hizo patente según arrancó el acto, cantando al unísono el «Agur jaunak». Las lágrimas comenzaron a brotar en decenas de mejillas que recordaban a los allegados que los franquistas dieron muerte alzando la bandera que suplantó a la republicana y que desde mayo pasado también en el Ayuntamiento de Donostia.
El historiador Iñaki Egaña recordó que a día de hoy sigue inacabada una lista que hasta la fecha contabiliza 38o donostiarras fusilados. Ayer mismo, sin ir más lejos, gracias a los testimonios de los asistentes, se tuvo conocimiento de que dos más engrosan esa trágica lista. Citó algunos de los nombres de los fusilados, como el dueño del otrora bar Euskadi de Alde Zaharra -actualmente bar "Intza"- que fue fusilado por el nombre de su establecimiento hostelero, o el del anarquista Daniel Losada, muerto en Santoña por negarse a cantar el «Cara al sol».
Críticas a las instituciones
Pero Egaña quiso recordar que los muertos del franquismo no sólo lo fueron en el periodo entre 1936-1942. Recordó cómo en 1957 el yate de Franco «Azor» embistió a cinco jóvenes en la bahía de la Concha. Los cinco fallecieron y el régimen franquista prohibió hablar del suceso.
También trajo a colación, al igual que el representante de la asociación Ahaztuak 1936-1977, Martxelo Álvarez, que también tomó la palabra, la nula implicación de los mandatarios donostiarras y de las instituciones en pro de las víctimas del franquismo. Egaña censuró que, a día de hoy, en la propia página web del Ayuntamiento de Donostia se recoja el nombre de José Arrospide Álvarez -«fue quien planeó el golpe con el general Mola»- como «asesinado por los rojos». En Donostia existe una calle con el nombre de este franquista.
El momento más emotivo llegó cuando, acompañados por el sonido de una flauta travesera, los familiares realizaron una ofrenda floral en los paneles que recogían los nombres de los ejecutados. El aurresku que bailaron una docena de jóvenes evidenció que la cadena en memoria de los muertos por el franquismo no se romperá, «hasta que se haga justicia».
Como afirmó Egaña, «los recordamos todos los días con orgullo», pero también reclamó que algún lugar de Donostia recoja los nombres de los 380 fusilados «en letras de oro».
«Cuando volvimos no podías decir ni que habían fusilado a mi padre»
Un somero repaso al listado aún inacabado de los donostiarras muertos a manos de los franquistas ofrece, a su vez, la visión del desarrollo de la contienda en el país. Hubo donostiarras fusilados en la capital guipuzcoana, en el fuerte de Ezkaba de Iruñea, en Bilbo, en Gernika, en Asturias, en Santoña, en Madrid e incluso en un campo de concentración nazi.
Celestina Zabala Fernández contaba con once años cuando desapareció su padre, el 27 de setiembre de 1936. No supieron, hasta muchos años después, cómo sucedió su arresto y su fusilamiento. En aquel entonces Celestina Zabala vivía en Intxaurrondo, y su padre trabajaba en una fábrica cercana. Sin embargo, fue en el paseo de la playa de la Concha donde fue detenido. «Por mediación de un compañero de trabajo de mi padre nos enteramos que lo detuvieron cuando estaba apoyado en la barandilla de la Concha. Luego, registraron nuestra casa, y se llevaron un baúl, una cámara fotográfica y la pistola de mi padre. Él era republicano, claro está». Zabala afirma que no tuvieron ninguna información más, sólo que, quizás, el cuerpo de su padre pudiera estar enterrado «en los rellenos de Amara o en el cerro de San Bartolomé».
Justo después del relato ofrecido por Zabala a GARA, otra mujer comienza a dar su testimonio. «Cuando los franquistas entraron en Donostia, mi padre nos llevó a un caserío en Miramon. Él era herrero, pero como trabajaba mucho como veterinario, conocía muchos caseríos. Le dijo a mi madre que nos fuésemos a Bizkaia. Nos marchamos a Euba, y allí estuvimos unos meses. El día que estaban bombardeando Gernika, nosotros íbamos andando hacia Bilbo. Lloviznaba. En Amorebieta no había trenes ni nada, sólo aviones bombardeando. Nos llevaron en un camión a Bilbo y luego en barco a Francia, donde estuvimos seis años».
Después, regresaron de nuevo a Donostia. Pero el manto de silencio impuesto imposibilitaba decir incluso que «mataron a mi padre. No podías decir ni eso».
Después, regresaron de nuevo a Donostia. Pero el manto de silencio impuesto imposibilitaba decir incluso que «mataron a mi padre. No podías decir ni eso».
«De un día para otro mi padre desapareció de Ondarreta»
Para Pepi Berasategi el acto de homenaje de ayer fue «muy emocionante, de corazón; es una cosa de la que nunca se ha hablado, porque nunca nos han querido ver. Espero que ahora comiencen a mirar y a vernos».
Aunque sólo tenía 21 meses cuando se llevaron a su padre detenido a la cárcel de Ondarreta, mantiene muy vivo en su memoria aquel fatídico día. Su padre fue arrestado en la fábrica y enviado a Ondarreta. Allí se juntaban las esposas de los detenidos, al mediodía, para llevarles la comida. Pero un día ya no estaba allí. «Nos dijeron que le habían soltado, pero lo fusilaron en Hernani. Aún no sabemos dónde lo enterraron».
(Gara. 14 / 09 / 08)