Iñaki, como tú dirías, hoy es un mal día.
Un día triste para todos los que te hemos querido y te queremos. Un día diferente que no podremos olvidar. Si leyeses esta carta, me dirías que soy una sentimental y que la vida es así, que nada se puede cambiar y que la muerte sólo es el fin de un trayecto en el que sobran las lágrimas, el dolor, las palabras bonitas y los discursos de última hora. Era tu particular filosofía sobre cómo se debe vivir y morir. No sé, puede que tengas razón, pero ya ves, a los que nos quedamos aquí, diciéndote adiós en el último anden de tu vida nos cuesta aceptar que te has ido, que no te veremos más. Nos duele tu muerte y eso ni siquiera tu sentido irónico de la existencia humana lo puede evitar. Disculpa si lloro por ti, es mi manera de proteger y guardar tus recuerdos como persona, como amigo y como militante de unas ideas por las que todavía hoy sigo y seguiré luchando.
¡Me gustaría decir y contar tantas cosas de ti! Momentos importantes y decisivos, encerrados en las palabras y sentimientos de ese tiempo único que es la amistad. Y, sin embargo, ahora, esta primera mañana sin ti, igual que otra gente amiga, sólo acierto a decir, orgullosa, que te he conocido y que tu cariño, tus ironías, tu confianza, tus fracasos, tus aciertos y tu inevitable compromiso con la libertad y con tu pueblo forman parte del bagaje más sincero y comprometido de mi vida.
Agur, Iñaki. Hasta siempre... Y te lo digo con muchas lágrimas, sabiendo que si pudieras te enfadarías.
Vitoria-Gasteiz. 12 de Marzo de 2008