"Ellas, esas viejitas queridas que un 30 de abril del 77 decidieron recomenzar la historia de una manera distinta, mencionan el miedo que les recorría el cuerpo en ese primer aterrizaje en la Plaza que muy poco después les daría el apellido que necesitaban para demostrarle al mundo que allí, en un rincón muy céntrico de la ciudad de Buenos Aires, la vida empezaba a disputarle el escenario a la muerte.
Es sabido que inicialmente se cubrieron la cabeza con una especie de pañal, en homenaje a esos queridos y queridas muchachas que extrañaban y a los que querrían seguir mimando, como cuando siendo bulliciosos chiquitos, corrían a su lado o se abrazaban a sus polleras buscando refugio o consuelo después de alguna travesura.
Después, el pañal se hizo pañuelo, aparecieron las primeras fotos y también se empezó a despejar la inocencia inicial que un poco como expresión de deseo y otro por no imaginarse la bestialidad del enemigo que estaban enfrentando, las llevó a golpear puertas de regimientos, iglesias, reparticiones oficiales y hasta videntes inescrupulosos, buscando un dato, un consuelo, una lucecita de esperanza. Sí, muy pronto se dieron cuenta de que se tenían que crecer entre ellas mismas, que debían sacar fuerzas de donde fuera, que habría que convocar el coraje revolucionario de sus propios hijos e hijas, para seguir marchando.
Y cuando lo comprendieron, a fuerza de amor violento, amor de madre, amor amor, se encontraron embarazadas de esos pibes y pibas, comulgando con ellos una nueva fe que movería montañas y derrotaría a los verdugos, acorralándolos en sus madrigueras, quitándoles la licencia de poder caminar impunemente por las calles de la Patria, marcándolos a fuego frente a sus vecinos, y hasta a sus propios familiares.
Todo esto se hizo en sólo treinta años. Es nada si tenemos en cuenta lo que significan los ciclos de la historia de los pueblos, pero cuánto tiempo si lo medimos en lo que significaron de lucha, de dolor y también de alegría por los golpes producidos a quienes habían privado a esas hermosas mujeres (y por supuesto, también a nosotros y nosotras, sus compañeros de lucha) del abrazo de sus amados hijos e hijas.
En ese período de tiempo, el mundo se fue enterando de esa cita resistente de todos los jueves a las 15,30. Pero también allí, en la Plaza o en diversos locales donde los familiares iban estrechando lazos de compromiso, un conjunto de cuervos, buitres y chacales seguían rondando y en muchas ocasiones se abalanzaban sobre sus presas intentando quebrar el desafío.
No, no fueron nada sencillos estos treinta años, donde un hijo se convirtió en todos los hijos, donde la sangre derramada nunca fue negociada, donde se reivindicó no la «inocencia» sino la entrega a la lucha para cambiar un mundo demencial, donde se le gritó incluso a esa sociedad que durante años escondió la cabeza bajo tierra (por miedo o por comodidad) que haber sido guerrilleros, combatientes, revolucionarios, era una buena palabra, una medalla que orgullosas ellas llevarían de ahí en más en sus pechos que alguna vez habían servido para amamantar a sus cachorros. " (Carlos Aznárez, periodista argentino. Publicado en "Gara" del 30 / 04 / 07)
Treinta años de lucha contra el olvido, contra el silencio y la impunidad. Treinta años demostrando dignidad y amor a los suyos desaparecidos por los miliatres golpistas y genocidas. Treinta años sin desmayar, caminando, caminando, caminando.... Siendo la Memoria, a veces incomoda de aquello que habia que hacer y que sólo ellas hacian. Siendo la constatación cotidiana de una evidencia que tanto cobarde no queria ver. Frente a aquellos que pregonaban el olvido, la quietud, la resignación, la "aceptación cristiana" de su sufrimiento ellas levantaron su voz, su grito y su coraje.
Ellas por ello son para nosotr@s un ejemplo. Desde "Ahaztuak 1936-1977" un abrazo vuela desde aqui hasta esa Plaza de Mayo que es enteramente suya y por tanto nuestra que estamos con ellas alli cada vez que ellas estan. Un sentimiento que expresa muy bien la letra de esta canción de la argentina Teresa Parodi que hacemos nuestra para homenajerlas.
"Que se queden quietas
que no digan nada,
eso es lo que quieren
que no digan nada
pero ellas pasan
solamente pasan
con las manos juntas
las cabezas blancas.
Y con ellas viene
el pueblo a la Plaza
a saber si hay alguien
que les de la cara
con las manos juntas
las cabezas altas
todo el pueblo viene
a saber que pasa.
Caminando firmes,
silenciosas, claras,
estas madres nuestras
que estan en la Plaza
nos golpean fuerte
el tambor del alma
con las manos juntas
las cabezas blancas.
Que no haya ninguno
que quede en las casas
que se vengan todos
a cubrir la Plaza
que la tierra gima
desde sus entrañas
porque aqui el olvido
ni siquiera pasa.
Caminando firmes,
silenciosas, claras,
estas madres nuestras
que estan en la Plaza
nos golpean fuerte
el tambor del alma
con las manos juntas
las cabezas blancas.