Sigue viviendo en la tierra que le acogió en Iparralde, aunque a menudo
suele venir a visitar su querido Gasteiz, capitán de gudaris del
batallón “Araba” reconocido con el mismo grado en el ejército republicano, Luis, ha sido y es sobre todo un indomable luchador de la causa vasca a la que nunca ha renunciado.
Sigue siendo fiel al PNV del gobierno de José Antonio Aguirre. La
traición de los americanos, la acomodación de los cansados, la llegada
de los oportunistas y advenedizos no ha hecho cambiar las convicciones
de este capitán de gudaris que sigue creyendo que Euskadi es la patria
de los vascos. .
Los recuerdos de un capitán de gudaris.
-“Soy de Puentelarrá, junto al Ebro y en la muga de Burgos. Allí nací
en 1913 aunque para los 9 años vivía ya en Gasteiz. En Puentelarrá fue
también dónde sacaron “a pasear” a mi padre y a mi hermano una noche del
año 36. Los mataron cerca de Miranda simplemente por ser familiares
míos.
- ¿Cuándo llegó tu politización?
-Mira, yo, a pesar de ser
un crio en el pueblo ya empezaba a saber cosas de la historia y de la
política, comenzando por que contaba mi abuela que se había casado
después de haber estado presa en Aramaiona por los carlistas cuando mi
abuelo luchaba como comandante de la plaza de Aramaiona.
- Todavía no habías salido del pueblo.
- No. Recuerdo que en el año 20, cuando la guerra de África y el
desastre de Anual, el maestro me castigó en la escuela por querer
explicar que tenían razón los moros por defender su territorio.
- y luego te trajeron a Gasteiz.
- Sí. Estudié en el colegio de San Viator. Iban a llevarme de fraile
cuando tenía 12 años. Si no iba de fraile me metían a trabajar en una
zapatería. Preferí el trabajo y me metieron en la casa Laza.
- Así que desde pequeño empiezas el currelo.
- Sí, estaba prohibido para los niños y si había una inspección nos tenían que ocultar.
- Es en el ambiente de trabajo donde te politizas del todo.
- Así es, recuerdo todavía como en los tiempos de la dictadura de Primo
de Rivera, se andaba con panfletos clandestinos y cuando hablábamos de
las brutalidades de Martínez Anido. Yo era un chaval pero leía mucho y
todas las conversaciones con mi abuela y los libros que había visto en
casa del abuelo en Espejo me hicieron decantarme muy pronto por el
nacionalismo.
- ¿y sindicalmente cómo respirabas?
- Mira, en el
28 estuve a punto de entrar en la UGT pero me decidí por los sindicatos
cristianos. Luego me desengañe también de ellos y trabajaba más por mi
cuenta hasta que en el 32 entré de lleno en la Solidaridad de
Trabajadores Vascos, ELA.
- ¿Eres pues uno de los “solidarios” históricos?
- Sí, enseguida pasé a ocupara la presidencia de la Agrupación de oficios varios.
-¿viviste entonces la República y los acontecimientos más importantes desde las filas sindicales?
- Claro. Puedo contar cosas muy interesantes de nuestra participación
importantísima en frustrar e impedir el triunfo del golpe de Sanjurjo en
Vitoria el año 32…
- ¿Y las huelgas del 34?
- También. Entonces
me detuvieron a mi; creo que en represalia a las huelgas que habíamos
sacado adelante en los meses anteriores. Me metieron 1800 pts. de multa y
me desterraron de Buitrago.
- Vuestro contacto con el PNV y las juventudes vascas ¿era muy grande desde ELA?
- Claro, en principio estábamos todos de acuerdo. Cuando las elecciones
del 16 de febrero del 36, hubo unos momentos difíciles porque la
derecha alavesa de Oriol intentaba crear una especie de alianza con la
que como es lógico estábamos en absoluto desacuerdo. Se impuso el
sentido común y Javier Landaburu dio el corte y nos presentamos solos.
- Y el estallido del golpe militar franquista ¿no lo veíais venir?
- Claro que lo veíamos pero nadie se lo quería creer. Por otra parte,
estábamos atados de pies y manos. No teníamos la más mínima autonomía y
no podíamos actuar. Está el caso de Fortunato Aguirre, el alcalde de
Estella, que vio a Mola y a los suyos preparándose. Informó a Madrid ero
de allí sólo le pidieron calma. Y el alcalde de Estella podía haberles
detenido a todos.
- El problema es que nadie pensaba que podía llegarse a lo que se llegó.
- ¡Ahí está! Todo eran rumores pero nadie se imaginaba la gravedad de
lo que se nos echaba encima. Yo en cambio estaba muy alarmado porque
conocía a los fascistas y sabia de lo que eran capaces. Recuerdo haber
hablado con San Miguel, el presidente del Frente Popular de Vitoria, al
que luego asesinaron. El hombre seguía siendo incrédulo y todo lo más
que pensaba era que podría ser un pequeño golpe de militares sin muchas
repercusiones. Pero no sólo era San Miguel el confiado. Recuerdo mis
discusiones con Abaitua, Álava, etc.… de aquellos días y lo cierto es
que no preveían la gravedad del golpe.
- Y llega el 18 de julio.
- Bueno, yo entonces trabajaba de suplente en la hoja de Araba del
periódico “Euzkadi” y eso me dio pie para meterme en el gobierno civil.
Fuera había unas 300 ó 400 personas pidiendo armas. Ramón Navarro, que
era el gobernador, me recibió con la cara muy pálida. Le expliqué lo de
la gente que pedía armas y me contestó casi con un gesto: “ ¿qué
quieres? Solo tenemos 7 u 8 fusiles!”. Me di cuenta que las cosas
estaban muy mal. Mal y bajando las escaleras me crucé con Espinosa,
teniente de la guardia de asalto que acababa de detener a su capitán.
Tuve la suerte de que no me reconoció porque de otra forma no lo hubiera
contado.
- ¿Te escondiste inmediatamente?
- Bueno, las cosas
andaban todavía confusas. Al día siguiente salí a la calle y me encontré
con requetés por todos los lados. Por ejemplo, el delegado de trabajo,
Silva, socialista él, que el día 19 ya estaba vestido de falangista por
la calle Dato.
- ¿Qué hiciste entonces?
- Hice correr que me
había escapado a Bilbao con un grupo de boxeadores vizcaínos que volvían
aquel día y me quedé a la expectativa para seguir los acontecimientos.
¿Fuiste testigo de los intentos de los fascistas por atraerse el PNV de Álava?
Bueno, yo sé las presiones que hacían algunos dirigentes para que
animasen a las bases a colaborar con el alzamiento de los fascistas
pero lo cierto es que se resistieron con honradez y así algunos lo
pagaron con sus vidas.
¿Pasaste a la clandestinidad?
En
realidad lo único que hacíamos era cuidar nuestros movimientos y que no
se nos viese en público. Así hasta el día 25 en que me pareció que
aquello se estaba poniendo muy peligroso y me decidí a escapar. Recuerdo
que estuve un poco antes en las Cercas Bajas con Landaburu, Ibarrondo y
los del Araba Buru Batzar. Eran las tres de la tarde y salí andando
solo hacia la carretera de Murguia. Delante, a 1 km iba otro amigo y
otro, Estavillo, 1 km atrás.
¿Teníais un plan concreto?
La idea
era pasar por el Gorbea pero lo primero era llegar a Murguia. Allí nos
tuvo en su casa un médico que fue el que nos encaminó por el monte. Creo
que después lo mataron los fascistas cuando se enteraron de que ayudaba
a escapar a los de Vitoria.
Sería una caminata peligrosa.
Muy
peligrosa porque en el monte había patrullas de requetés y de
falangistas. Nosotros tuvimos suerte y logramos pasar a Vizcaya sin
pérdidas. Precisamente, al ver el peligro que corrían los que querían
escaparse, se habló de montar unos servicios de ayuda en el Gorbea. Fui
allí donde cayó unos días después el amigo Estavillo, al que llevarían a
Vitoria a fusilar. Recuerdo que en Bilbao le recomendé que llevara
pistola pero no hizo caso.
Y ya estás en Bilbao. ¿Qué haces en ese momento?
En primer lugar reagruparnos, buscar a los compañeros de Juventudes
vascas y Solidaridad. Como primera tarea a casi todos los que veníamos
de Vitoria nos ponen en el parque móvil a ocuparnos de los camiones.
Hasta septiembre no nos organizamos en compañías dentro del batallón
“Araba”.
¿Y vuestras acciones en campaña?
En el frente de
Elgueta, en los “Txintxortas”. Lo más curioso es que en frente teníamos
al regimiento “América” de Solchaga, con el que yo había hecho la mili
un año antes en Pamplona.
¿Cómo sabías que eran ellos?
Era un
frente muy cercano y hasta podíamos hablarnos. Un día cayó prisionero un
pobre chaval gallego que yo había conocido en mi misma compañía en
Pamplona. Me decía todo asustado ¿me van a fusilar? Y lo mandamos a
Marquina para que ayudase en las cocinas en servicios auxiliares.
¿Y después de Elgueta?
Los del “Araba” estuvimos en primera línea de la ofensiva de Legutiano.
Teníamos una gran ilusión. Soñábamos en recuperar Gasteiz. Fue muy duro
el desastre de Villarreal. Hubo gran descoordinación. Nos quedamos sin
víveres y sin municiones. En un momento los tanques orugas nuestros que
iban detrás disparaban sobre nuestra avanzada.
¿Alguna escena que te quedó más clavada?
No puedo olvidar la despedida del teniente Constan (Constantino
Fernández, un vitoriano que había trabajado de camarero en el Eusko
Gaztedi). Estábamos en Ollerías. Eran las 7 de la mañana. Íbamos a
lanzar un ataque decisivo sobre Villarreal. Me dio un abrazo y me dijo:
“llegar a Gasteiz, darle un abrazo a mi madre, y luego no me importa que
me maten”. Dos horas más tarde caía acribillado al atravesar el rio de
Legutiano.
Otro recuerdo impresionante es cuando después de tres
días de quedar medio incomunicados los que estaban en la avanzada, pude
volver con munición y víveres con dos enlaces. Llegué a un lado de la
carretera cerca ya de Villarreal y allí encontré un pequeños
destacamento que comandaba por heridas y muertes de todos los mandos, un
cabo. Este cabo era hermano de Quincoces, el futbolista internacional
del Alavés. Le pregunto a ver cómo andan de munición y me dice: “éstos
tienen cada uno cinco cartuchos para su fusil.” Y tú?- le pregunto. “Yo
no tengo. Me pensaba defender o atacar con la bayoneta.”
Aquello
estaba muy mal. Era una situación insostenible. Decidimos hacer el
relevo y volvernos todo el batallón a Amurrio, donde estaba el
comandante. Les cayó de sorpresa pero tuvieron que aceptarlo. Fue
entonces cuando nos pusieron de comandante del “Araba” a Barañán.
¿Y después?
Siempre en el “Araba” nos mantuvimos con base en Amurrio y Llodio hasta
que nos pasaron a frente de Munguia, luchando entre el Bizkargi y el
Sollube. Por cierto que allí tuvimos una ocasión de las que pueden
hacer cambiar el signo de una guerra. Por una casualidad tuvimos al
alcance de la mano a Mola, tres días antes de su accidente aéreo. Era en
Morga y se conoce que estaba de visita en una posición avanzada. El
problema era que yo no tenía hombres suficientes para haberlos envuelto y
capturarles. Hubiese sido importante haberlo hecho prisionero en aquel
momento.
¿Tenías ya mando en el “Araba”?
Sí, había sido
sargento, teniente y capitán. Fue entonces, después de lo de Munguia
cuando nos mandaron a la escuela militar de Bilbao a uno de cada
batallón para confirmarnos oficialmente nuestros grados en el escalafón
del ejército de la república.
Y eso con el frente a dos pasos de Bilbao.
Sí, la academia era en Deusto y nos comíamos de nervios con las ganas
de participar de nuevo en el frente. Allí conviví por ejemplo con el
comandante Ordoqui, que era un valiente y no estaba de acuerdo con pasar
tanto tiempo en Bilbao. Más de una vez se escapó de la academia para
subir a Artxanda a apoyar en el frente cada vez más hostigado y
agobiado.
¿Cuándo os dieron el nombramiento?
Fue ya después de
evacuar Bilbao. Los exámenes nos los hicieron en el cuartel general de
Carranza. Algunos no estábamos muy de acuerdo con aquellas estrellas del
ejército republicano español. Pensábamos que deberían ser pura y
simplemente del ejército vasco. Para mi seguía siendo lo mismo, ahora
capitán con nombramiento del ejército republicano que antes capitán del
“Araba”.
¿Y volviste al “Araba”?
Bueno, había que intentar reorganizar los restos del “Araba” y del “Itxarkundia” para hacer un nuevo batallón, el “San Andrés”.
Pero ya estabais en plena retirada…
Sí, eran los últimos momentos del ejército vasco. Con el batallón San
Andrés, sin embargo nos fuimos a Saltacaballos en Castro para hacer una
última defensa. Sin embargo, nos dieron la orden de retirada a Santoña.
Allí fue la rendición y el famoso pacto.
Sí, yo recuerdo que fue el comandante Gorroño el que hacía de enlace
con la Junta de defensa y él fue el que me comunicó la mala nueva. Eran
las 12 del mediodía del 26 de octubre. Me dijo” para las 5 de la tarde
hay que entregar las armas y el batallón tiene que salir para Laredo
desarmado.” Me quedé de piedra. Me puse en contacto enseguida con
Lurgorri, que era el comisario y le dije que él tendría que explicar el
asunto al batallón y sobre todo a mi sección que estaba allí, junto al
convento de Moteano. Muchos de ellos querían continuar la lucha y de
otros nos temíamos el suicidio. Sabíamos que los batallones
santanderinos habían fracasado en Reinosa y El Escudo y teníamos a los
italianos ya a la vista en Colindres.
Fue Lurgorri el que en aquel
momento supo mantener la calma y dar el sentido patriótico a aquella
terrible rendición: “la guerra ha terminado aparentemente pero la lucha
sigue. Algunos moriremos fusilados pero los demás continuarán adelante y
Euskadi volverá a ser libre porque el gobierno vasco se va a mantener
intacto y el pueblo continuará su camino a pesar de la adversidad”.
Dimos la orden de recoger los fusiles en montones. Algunos los tiraban
al agua y para las 5,30 estábamos en Laredo. Con Gorroño fuimos hacia la
jefatura italiana porque en aquel momento lo importante era evitar que
los requetés fusilaran en el acto o sacaran de nuestras filas a
individuos concretos para rematarlos como era su deseo. Conseguimos que
los italianos patrullasen y se evitó una masacre.
Pero al final los italianos os entregaron a los españoles.
Sí, no cumplieron sus promesas. Lo curioso es que yo caí en manos del
regimiento “América” de Pamplona, el de Solchaga. Nos formaron en
centuria a todos los oficiales. Cuando me preguntaron de que batallón
era y respondí que del “San Andrés” se creyeron que estaba loco porque
los rojos éramos todos ateos y herejes.
¿Quedasteis pues como prisioneros en manos de Franco?
El 11 de septiembre nos metieron en camiones para el penal del Dueso.
¿Mucho tiempo en el penal?
El día 30 me juzgaron. Lo hacían en grupos de 25-30 prisioneros. A mí
me dieron reclusión perpetua y al poco me llevaron al Puerto de Santa
María hasta el año 40 en que me sacaron con libertad atenuada.
Volviste a Vitoria.
Sí, volví a Gasteiz pero con muchos problemas. Me metí en el pueblo en
Puentelarrá, cerca de los campos de concentración de Miranda y Sobrón,
intentando echar una mano como se podía.
Pero ¿se podía hacer algo?
Era muy difícil. Había un terrible control. El año 45 me detuvieron de
nuevo. Estuve en la cárcel de la calle Paz en Vitoria. Al acabar la
guerra mundial y ver la postura de los americanos y que nosotros no
hacíamos ya nada, decidí exiliarme a Baiona para ver si desde allí
intentábamos hacer algo para recuperar a Euzkadi.
Es el momento de la traición de los americanos y del abandono a los vascos de las democracias.
Sí, fue un golpe tremendo. Para mi los acuerdos de Yalta fueron la raíz
de nuestro fracaso. En el verano del 46 ya se empezó a ver claro que
nuestra lucha estaba bloqueada. Éramos unas víctimas más de los Acuerdos
antidemocráticos de Yalta.
Pero en realidad ¿teníais alguna esperanza de que se pudiera luchar por una Euzkadi libre?
Esa era la idea. Tener brigadas vascas en la lucha contra Hitler.
Unirse luego con los grupos de maquis y lanzarse en apoyo a la población
vasca oprimida por Franco. Todo se vino abajo con lo de Yalta.
La moral estaba muy baja.
Demasiado. Caímos en la trampa con mucha facilidad. No se aprovechó la
huelga del 47 como era debido. Había que hacerse valer y actuar en vez
de estar a la espera de los americanos.
Criticas a los mandos del PNV.
Mira, yo sigo siendo del partido nacionalista vasco pero no tengo más
remedio que avergonzarme de muchas de sus actuaciones. A veces ha
faltado valor. Ahora mismos yo veo dentro de los dirigentes a muchos
arribistas y oportunistas que no creen en lo que debe creer todo
nacionalista vasco. Yo no sé si son infiltrados o aprovechados pero nos
hacen mucho daño.
¿Estás de acuerdo con el Estatuto de Gernika de ahora?
Oye, a mí lo que me da más rabia es que alguien se preste a consolidar
la ocupación que tenemos en Euskadi. Los vascos no podemos aceptar esa
ocupación. El gobierno tiene que ser nuestro como en el 37.
Tenemos
que conseguir que sea el pueblo, nuestro pueblo, el que decida su
gobierno y que Navarra esté presente que para eso es nuestra madre. El
partido nacionalista tiene que ir por ahí y si no será responsable de
una gran traición.
Yo, a pesar de todo, confío en un futuro mejor
como soñaba Lurgorri, en un futuro en el que todos nos encontremos
libres en una patria vasca libre.
(Entrevista publicada en la revista "Punto y Hora de Euskalherria")