Ahaztuak ha organizado en Gasteiz un acto bajo el lema "Represión y resistencia" en recuerdo a las mujeres víctimas del franquismo. El acto ha coincido con la llegada del autobús de la iniciativa "Izarren argia" que publicita la película del mismo título sobre la cárcel de mujeres de Saturraran. En la imagen, colocación en el autobús de estrellas con los nombres de los represaliados.
(Gara. 25 / 10 / 2010)
Texto leido en memoria de Columba Fernandez
La represión franquista tuvo múltiples expresiones. La más salvaje sin duda fue la muerte sistematizada que arrancó la vida a miles de personas.
El mapa del sufrimiento lo completan los encarcelamientos masivos, las largas condenas en cárceles y campos de concentración, la tortura,los trabajos forzosos, las expropiaciones, destierros, depuraciones, el exilio... Las consecuencias de tantos años de vulneración de los derechos humanos, civiles y políticos siguen vigentes.
Contra el olvido y la impunidad es necesario conocer la historia, por ejemplo la de la cárcel de Saturraran donde entre 1937 y 1944 estuvieron recluidas miles de presas políticas, en Saturraran fallecieron más de 200 mujeres y niños.
En el caso concreto de Vitoria-Gasteiz, también tuvimos nuestro pequeño Saturraran, aquí la cárcel femenina fue situada en el Colegio Sagrado Corazón. Las monjas carmelitas se hicieron cargo de una parte de la vigilancia de las más de cien mujeres allí encerradas. Estas presas eran exhibidas por las autoridades franquistas cada cierto tiempo por las calles vitorianas. Con el pelo rapado y un mechón con un lazo rojo, eran obligadas a pasearse por las inmediaciones. Muchas veces con escobas, para barrer la céntrica calle Dato, otras tantas, el escarnio venía acompañado de la ingesta de aceite de ricino para purgar sus estómagos y contribuir así a la humillación pública.
Mientras tanto, miles de personas eran asesinadas en Euskal Herria en aquellos primeros años de terror franquista. Entre todas ellas se han documentado los casos de al menos 94 mujeres (10 en Araba, 15 en Bizkaia, 40 en Gipuzkoa y 29 en Nafarroa) exterminadas entre 1936 y 1940.
Muchas de estas víctimas fueron asesinadas extrajudicialmente y enterradas en fosas clandestinas por lo que continúan aún desaparecidas. Es el caso de la vecina de Gasteiz, Columba Fernández, a la que hoy queremos recordar especialmente ya que la historia de esta víctima sirve de ejemplo para resumir la injusticia y crueldad a la que fueron sometidas cientos de mujeres.
Columba Fernández fue detenida en la capital alavesa el 31 de Julio de 1936, entonces tenía 38 años. Aquel día Columba se encontraba en la entrada de la cárcel de la calle La Paz, como otras muchas personas, a la espera de noticias sobre sus familiares detenidos, con la esperanza de poder visitarles o hacerles llegar ropa o comida.
Los carceleros arrestaron a una de las mujeres que junto a Columba se agolpaban en la puerta de la prisión, laacusaban de haberse dirigido a los soldados con la frase “con vino y tabaco os están engañando”. En los interrogatorios posteriores la mujer arrestada alegó que ella no había abierto la boca, y en su declaración acabó señalando a Columba Fernández como la autora de la frase. Columba fue detenida al día siguiente.
Columba era conocida en Gasteiz por ser militante anarquista y participar activamente en movilizaciones obreras. En febrero de 1932, ya había sido detenida junto a varias decenas de huelguistas en una protesta impulsada por la CNT que paralizó la ciudad. Con esos marcados antecedentes, acompañados de esa denuncia de “insultos a la autoridad” ingresó directamente en prisión.
Columba rechazó la acusación. Su versión difería absolutamente de lo que se le imputaba haber dicho aquel día en la entrada de la cárcel. Según ella, los soldados de guardia estaban bebiendo y le ofrecieron vino, que rechazó. Insistieron en darle vino pero Columba, firme a sus convicciones libertarias, afirmó ser vegetariana y abstemia, por lo que se marchó del lugar sin aceptar la invitación a beber con ellos.
El juez nunca tomó declaración a los soldados implicados, porque ya no se encontraban en Gasteiz tras haber sido destinados al frente de Madrid.
La Dirección General de Seguridad redactó un expediente demoledor. “A Columba se le considera como muy peligrosa, relacionada muy de cerca con elementos marxistas, habiendo intervenido directamente en cuantas alteraciones de orden público, excitando siempre a la violencia y distinguiéndose siempre por sus insultos a la Fuerza Pública”.
La Guardia Civil ratificaba lo dicho, remarcando que tenía “pésimos antecedentes” al igual que su marido y que “habían cobijado a tres atracadores en cierta ocasión”. Añadía que Columba mantuvo correspondencia con un “peligroso sindicalista” de Logroño.
Acusada de un delito de coacción, ella mantuvo su inocencia pero el consejo de guerra la condenó a 4 años de prisión. El 17 de Septiembre de 1936, fue sacada de la cárcel de Vitoria supuestamente para ser llevada a su destino penitenciario para cumplir condena en la cárcel de Laguardia. Sin embargo, como en tantos otros casos, Columba fue asesinada en el trayecto por el escuadrón de la muerte que la trasladaba, tras lo cual fue enterrada en alguna cuneta de manera clandestina, su cuerpo nunca ha aparecido.
Columba es una de tantas, como ella otras 9 mujeres fueron asesinadas por la represión franquista en Araba:
JUANA ALDAITURRIAGA, MONICA BARRON, ISABEL CORRAL, MARÍA EGUILUZ, VICTORINA GONZÁLEZ DE LARRALDE, EULALIA GONZÁLEZ DE ZARATE, MARCELINA LANDA, CIPRIANA LATABURU y VERANIA MARTINEZ.
Estas 10 mujeres alavesas, al igual que otras miles de estrellas que hoy nos siguen iluminando, allí donde estén, nos lanzan un mensaje claro:
No lloréis, lo que tenéis que hacer es no olvidarnos.
Texto leido por Eva Barroso, hermana de Romualdo Barroso (uno de los cinco asesinados por la policía el 3 de Marzo de 1976 en Vitoria-Gasteiz)
La señora Victoria
La Sra Victoria, como era conocida mi abuela, se quedó viuda a comienzos de la primavera del 36. La muerte sorprendió al abuelo inesperadamente descorchando alcornoques. De todas formas, siendo como era un significado republicano de izquierdas, quien sabe qué habría sido de él cuando varios meses más tarde pasara por Brozas la columna de la muerte del criminal general Yagüe.
La abuela Victoria crió aseis hijos y a tres sobrinos huérfanos de madre, entre éstos a un bebé al que amamantó mientras sacaba adelante al último de los suyos. Su magnanimidad y disposición hacia los demás era de sobra conocida en el vecindario. Al quedarse sola y con los niños tan pequeños tuvo que ingeniárselas para sacar la casa adelante y poder mantenerlos.
Amasaba y hacía el pan que después llevaba a un horno de alquiler y lo vendía por las calles del pueblo acompañada de un borriquillo y de su hija de 10 años,l a mayor de todos. Otra forma de ganarse la vida, más de tarde en tarde, era la de extraer el aceite de las aceitunas como encargo de alguna casa pudiente.
Muchas y muchos fueron los que forzados por la necesidad, o bien le robaban (más bien se dejaba robar) los panes o la harina, o bien le pedían pan para subsistir. Porque en los años que duró la contienda tras la Rebelión Militar del 36 había carencia de todo, el pueblo estaba muerto de hambre y tan sólo unos pocos labradores arrendatarios de pequeñas fincas se defendían. La excepción la marcaban las familias ricas y poderosas dueñas de la inmensidad de las tierras jurisdiccionales las cuales no sufrieron ni aprietos ni necesidad.
El pan negro, hoy pan integral, ha dado de comer a mucha gente en aquella época oscura y verdaderamente tiene que ser muy nutritivo porque en esos momentos fue base de alimentación de muchas personas.
Tras el triunfo franquista, los poderosos del pueblo urgieron a la abuela a construirse un horno propio si quería seguir vendiendo pan y como no pudo asumirlo, le despojaron de su medio de vida y procedieron a conceder el horno a una de las familias con mayor hacienda y riqueza del pueblo. A partir de entonces la Sra. Victoria tuvo que ofrecer sus hijos a los hacendados o a todo aquel que los mantuviera a cambio de su fuerza de trabajo. Así, mi padre Romualdo con siete años, guardó ovejas solo en el campo a cambio de un puñado de castañas , o hizo las veces de espantapájaros por una naranja o de un trozo de pan.
Gran parte de mi familia se vio obligada a emigrar de su tierra de nacimiento hastiada por el hambre, la miseria, el analfabetismo y la esclavitud. Huyendo de la España latifundista y subdesarrollada que perpetuó el golpe de estado del 36 y el posterior yugo dictatorial del genocida general Franco.
Con mi hermano recién nacido mis padres fueron de los primeros brocenses que emigraron a los que siguieron varios miles. Muchos vinieron a Gasteiz, otros más a pueblos de Euskal Herria y de Cataluña. Abandonaron su pueblo de casas blancas encaladas y a su familia deseosos de encontrar ese lugar donde poder criar a su hijo y vivir de su trabajo con dignidad.
Si en su pueblo natal conocieron un sistema agrícola semifeudal, aquí en Gasteiz dieron un salto de varios siglos y lo que se encontraron fue una ciudad de provincias autocomplacida de sí misma, conservadora y defensora de los valores burgueses muy a la española.
Sea como fuera, en casa siempre estuvieron concienciados y aun recuerdo, a pesar de loa años transcurridos y de mi corta edad en aquel momento, los diálogos nocturnos entre mi padre y mi hermano. En esas charlas hablaban de la clase trabajadora sometida, de los derechos y libertades que correspondían al pueblo vasco, de comunismo, de la historia y lucha revolucionaria en la que creían, en definitiva, diseñando una sociedad plena de justicia y libertad a la que aspiraban.
Mi familia participó al unísono en las luchas obreras del 76, los dos Romualdos, padre e hijo, acudiendo a reuniones clandestinas y a manifestaciones. También aportando parte de su sueldo a la caja de resistencia y llevando víveres a las familias del barrio que estaban en huelga.
Es de ley mencionar a las madres y amas de casa que se organizaron para denunciar la intransigencia empresarial que se negaba a negociar unas condiciones justas y dignas de trabajo,y que lo hicieron recorriendo los mercados y las calles de Gasteiz con las bolsas de la compra vacías reclamando solidaridad a la vez que compartiendo la lucha de sus familiares. También a las que lanzaban tiestos a la Policía Armada desde sus ventanas y a las que abrían las casas a los manifestantes que corrían escapando de una paliza. Vitoria-Gasteiz y el 3 de marzo son sinónimos de lucha y solidaridad y en ellas hay que destacar también el papel de las mujeres.
De la aciaga noche del 3 de marzo resuenan en mi cabeza los gritos y sollozos de mi madre articulando un “¡ Mi hijito, mi hijito, me lo han matado! “. Le costó años levantar cabeza. Por eso asombra la entereza y fortaleza mostrada ya a los pocos días, cuando en una entrevista clandestina de unos periodistas italianos responde, aceptando noblemente que su hijo ha muerto por aquello en lo que creía, “la justicia y la libertad”, asumiendo la lucha del hijo como la suya propia y plegándose a su decisión a pesar de las muy dolorosas consecuencias que tuvo para ella. Una tragedia y dolor que al igual que nuestra familia, también sufrieron las de Francisco Aznar, Pedro Mª Mtz. Ocio, José Castillo y Bienvenido Pereda.
Nuestra Asociación 3 de Marzo y las que conformamos Lau Haizetara Gogoan, así como otros colectivos memorialistas de dentro y fuera de Euskal Herria, venimos exigiendo Verdad, Justicia y Reparación, incluidas las Garantías de no Repetición y en ese sentido se hace imprescindible la creación de una Comisión de la Verdady la anulación de la ley de Amnistía de 1977, que más que una ley como tal es en realidad una ley de punto final que certificó la impunidad del genocidio y crímenes de lesa humanidad cometidos por el franquismo y la que impide que sean juzgados.
Y acabo reconociendo a todas las mujeres que desde el inicio de la rebelión militar y el posterior periodo de dictadura y terrorismo de estado franquista, que llamándose Victoria, Faustina, Cristina o Blanqui, fueron, han sido y continúan siendof uente de inspiración para todas nosotras y todos nosotros y un ejemplo a imitar de dignidad, de valentía y tesón en la lucha por lograr una sociedad justa, libre y solidaria.